La cinta más exitosa del año en Croacia y la segunda más taquillera en la historia de su mercado cinéfilo, eso es Los Niños del Cura, una hilarante y elegante sátira dirigida de manera audaz y potente por Vinko Bresan.
Por @a_auerbach
Sin entrar de lleno a la hora de los spoilers, la secuencia inicial nos muestra a un hombre que más tarde conoceremos como el padre Fabián, con una barba frondosa y gris, recostado en una cama con sabanas blancas y en un cuarto de paredes color azul cielo en lo que parece ser un hospital. Y se encuentra rodeado de cunas, con pequeños bebés en ellas llorando.
Esos llantos resuenan en los oídos del padre y lo torturan. Y eso se refleja en su rostro, el cual refleja una expresión de dolor, de culpa.
De repente las cunas, los llantos y los infantes desaparecen y entra al cuarto de hospital otro padre más joven vestido, con el típico hábito o túnica de sacerdote, y se sienta a un lado de él.
El padre Fabian enciende un cigarro y le comenta que está embarazado, esa es la razón de que se encuentre en el hospital. El padre joven le menciona que no puede fumar, que eso le hará daño si se encuentra en ese estado.
Y entonces el Padre Fabian te cuenta su historia.
¿Cómo puede ser posible que un padre, en sí un hombre esté embarazado?
Esta es solo una de tantas contradicciones que nos muestra el director Vinko Bresan y son esas mismas contradicciones el tópico principal que se maneja a lo largo de la cinta y que se mantienen a flote gracias a un humor excesivamente negro, con una trama llena de situaciones por demás inverosímiles y tragicómicas.
La premisa gira en torno al padre Fabian, encomendado en una archidiócesis ubicada en una pequeña isla del Mar Adriático en Croacia.
Las personas en esa isla cada vez son más viejas, el índice de natalidad es más bajo y el de mortalidad se mantiene en ascenso. El padre Fabian teme que su iglesia se quede sin creyentes por lo que se alía con un vendedor de revistas y preservativos, muy casualmente llamado Pedro y diseñan un plan infalible, la idea estrafalaria y absurda de cortar las puntas de los condones que vende, para que de esta manera los embarazos aumenten y nadie esté cometiendo pecado al mantener relaciones sexuales.
Porque a los ojos de todos en esa pequeña isla, el nacimiento de un niño es una bendición, es la voluntad de Dios.
Es en esta terapia grupal de risa que se evidencian los diferentes pensamientos, críticas y hasta paranoias de la sociedad croata, en base a dar a entender sus conflictos bélicos y sus orígenes culturales, políticos y sociales.
Es curioso que la cinta no gire en torno al morbo y que no precise de imágenes visuales fuertes para generar conciencia en lo que el espectador está viendo, sobre todo tratándose de una película croata, donde las cintas siempre se han caracterizado por eso.
Algo destacable es el trato de temas universales de manera ligera, pero no por eso menos concisa y directa, además de que se reflejan un poco los estereotipos culturales que bien las partes más conservadoras pueden tener de temas tales como el sexo, el racismo y la doble moral que los miembros del clero tienen constantemente pero que desconocen o hasta excusan.
Todo se hace, en “nombre de Dios” porque “Dios así lo pidió”.
Se trata pues de, una crítica muy sutil, y cuyos puntos a tratar (y vaya, criticar) resonarán y harán eco de manera más explícita en un país como lo es México, donde la iglesia y en específico el catolicismo tienen un presencia por demás destacable.
Al final todo cuadra, todo se digiere e inclusive, dentro del mismo absurdo de la cinta el espectador cree en lo que está viendo, incluso en un hombre embarazado.
En esa sociedad, parodia de los tiempos actuales así como en la real encontramos personas sin fe en todas partes. Y la iglesia, o al menos la iglesia de esta película y sus realizadores te la devuelven como quien avienta la piedra y esconde la mano.