Por: Sara Azulvide | Fotografías de Sara Azulvide
Estos aparatos, que suelen emplearse en fotografía y video, hasta el momento han tenido su mejor bienvenida en sectores como el agrícola, la seguridad, en protección civil o la cartografía; generan revuelo entre el consumidor común, curiosidad que podría ser suficiente para influir en la decisión de adquirirlos, entonces, ¿cuánto potencial tiene el drone en manos de un mercado amateur?
Jaime Capelo, piloto integrante de la organización FPV Racing México
Drone multirotor para carrera en FPV (First Person View)
Las posibilidades son casi infinitas y no tan alejadas de las consecuencias que trajeron consigo herramientas como GoPro, empero estas unidades no tripuladas en su eficaz desplazamiento pueden acercarnos a situaciones como la del sujeto que recientemente incorporó un arma a una de ellas, un acto casi regresivo si se tiene en cuenta que el origen de los drones tiene una historia emparentada: “En un principio se usaban y se usan todavía para cuestiones bélicas en la parte militar, entonces no es nada nuevo. Y tiene las mismas implicaciones que una persona agarre una pistola y le dispare a otra persona, o sea, el vehículo en sí no está siendo responsable de nada”, cuenta Jaime Capelo, piloto de drones.
El precio de un arma común oscila entre los siete mil y los ocho mil pesos, que sumado al costo del drone se convierte en poco más del doble, presupuesto similar al necesario para elaborar un dron con equipo de video. Un drone cuesta en promedio 20 mil pesos; el precio es alto para un piloto que tal vez sólo busque un poco de entretenimiento moderno.
No es el caso de sus ingenieros, que invierten eso y más en la creación de estos equipos. ¿Quiénes son esos ingenieros?: “cualquier persona, siempre y cuando tenga el conocimiento y la capacitación para poder hacerlo y operarlo. Lo importante aquí es saber operarlo; estar conscientes que no nada más agarrando uno, ya listo para volar, ya tenemos el conocimiento. No, hay que pasar un riguroso proceso de capacitación, tanto de cómo funciona el equipo a cómo puede uno operarlo”, lo que opina Jaime, que además cree que capacitarse en este arte está a un tutorial en YouTube de distancia.
Capelo es piloto porque lo disfruta, es uno de sus pasatiempos, aunque no es necesario puntualizar que, como muchos otros emprendedores y desarrolladores, gusta y busca remuneraciones económicas. Trabaja en una empresa que se llama Thinker dedicada a los procesos geográficos con el uso de drones, su mercado “es más que nada industrial, nos dirigimos como a empresas que tengan que ver en estudios ambientales, empresas que tengan que monitorear campos, agricultura, incendios forestales, monitoreo de pipas de gas, cuestión de fotogrametría…”.
La boga de los drones abre un panorama de aplicaciones mutables y adaptables a las necesidades de cualquier tipo de usuario, quizá lo importante está en saber conducir.