Ilustración de @CeressaLopez
Guadalajara hace 10 años era una ciudad grande, escasa de propuestas culturales, gastronómicas y musicales. Podría decirse que se le llamaba ciudad por su población, pero había mucho por trabajar para que fuera una ciudad con diversidad.
Guadalajara es una cuidad hermosa lo sé, pero no siempre fue perfecta. Hasta hace diez años sólo había antros, antrillos, apenas se vislumbraban los pubs, y a lo mucho uno que otro bar de “rock” y lo mas “alternativo” era ir a raves y bares gay sin ser gay ¡wow!
En realidad no había mucho para ofrecer aparte de visitar la arquitectura ya establecida décadas atrás, quizá para un turista sí había, y para el local ¿qué? La arquitectura, el centro, los tianguis, Tlaquepaque-Tonalá y las iglesias eran parte de su vida diaria. En verdad había muy pocas propuestas, era algo así como pan con lo mismo y es aquí donde tenemos que ver desde otro ángulo la llegada de los hipsters y lo que significó su aportación a la ciudad.
Los hipsters y hipsterlandia
No tengo la menor idea cuando ni quien fue el primer hipster en ser visto en tierras tapatías, y no escribiré la definición hipster por que ya sabemos mucho de ello. Lo que sí hay que destacar es que ante este movimiento, que por lo visto incluye todas las edades, fue o es un gran precursor de “novedades” en nuestras tierras en cuanto a cultura, entretenimiento, estilo de vida y gastronomía se habla; si no eres hipster o no, no importa, lo que ellos han dejado como legado te gusta y punto.
Los hipsters al no conformarse con lo cotidiano, “mainstream”, empezaron por exigir variedad en música, bebidas, comida y arte para que llenara esa inquietud de probar cosas distintas y únicas. Fue allí donde la semilla germinó, y se empezó por abrir bares con todo tipo de cervezas, restaurantes con precios accesibles y con un menú bastante variado con un toque de glam urbanoide que te hace sentir que puedes tener cosas buenas sin gastar tanto, claro solo menciono algunos ejemplos pero lo mejor de todo es que los mismos hipsters se hicieron empresarios y decidieron abrir negocios para dar a la gente lo que a ellos les gusta(ba): Café, té, comida, música, bares… Vamos, un sin fin de cosas.
Todos nos vimos beneficiados de este boom hipsteresco, nos abrió panoramas que desconocíamos, las personas se animaron a experimentar, a dejarse ser, a disfrutar de esos pequeños placeres que da la vida hipster. Yo sí vi como muchas personas se contagiaron de este fenómeno y se deshicieron de estándares preestablecidos.
Hay que agradecer a los hipsters y sus evoluciones que no sólo exigieron sino que aportaron demasiado a nuestra ciudad, pues contribuyeron a un crecimiento de las micro-empresas; por muy criticados que sean, se animaron aportar con lo poco o mucho que tenían. Sobretodo agradecer por que tenemos más lugares que visitar y comer aparte de las deliciosas tortas ahogadas y jericallas.