Otro jueves acústico en el Foro Independencia, unas cuantas mesas en el fresco de una terraza y dos propuestas de música local.
El ambiente del Foro Independencia es íntimo , como música para acompañar una cena: sólo que ahí la música es lo esencial y en segundo plano, la reunión en torno a ella.
Después de un rato de escuchar grabaciones, Alain Bultrago tomó discretamente su guitarra y se paró frente a las luces que ya iluminaban los instrumentos en escena. Acústico, como se prometía, Alain comenzó.
Pinceladas de trance, llevadas a cabo con terminaciones y notas disonantes, elevaban la imaginación con las canciones del canta autor. Esto añadía al toque personal que el foro ofrece: palabras entre canciones, confesiones y unas cuantas invitaciones a poner atención al contenido de las composiciones.
Como si desconectar los instrumentos por sí solo no implicara intimidad, la noche acústica ofreció una velada de propuestas locales en su máxima expresión de confianza.
Los Bluejays tomaron sus lugares en las periqueras -ya ícono de conciertos acústicos- y balanceaban una voz rasposa con dos guitarras que construían armonías complementarias, un bajo que daba estructura a las rítmicas y una batería basada en una tarola muteada. Juntos inyectaban olas de energía que subían y bajaban a lo largo de sus canciones.
Presentaron su último álbum: Cempōhualxōchitl (salidito del horno desde septiembre del año pasado), y convirtieron en acústico temas de metal punk, roll hardcore y punkrock. Entre cada canción su vocalista cotorreaba con la gente, saludaba amigos y rompía la distancia entre artista y público. Cuando tocaban, era intangible la comunicación entre los músicos, una mirada, un micro movimiento de la cabeza o de una mano para hacer la transición de verso a coro, o inverso.
Después de unos temas, de pláticas y miradas compartidas del escenario al público, Gucci -vocalista- se desenfundó de su chamarra de cuero y siguió con sus cuatro hermanos con su sencillo: Muerto. La canción se iluminaba con la guía de una percusión marcada y un bajo que coloreaba dicha luz. Como el túnel que sigue un cuerpo que acaba de dejar la vida.
Justo antes de terminar,cambiaron el ritmo: una inercia que se vio frenada por una pause de guitarra bien articulada en una canción de trova, donde le descubrimos una voz dulce y suave que había estado muy escondida tras la ronca y rasposa voz de punk que habíamos escuchado toda la noche.
Del punk al blues, a la trova; y de vuelta.