El libro de la académica española es un retrato no sólo de las representaciones artísticas que nacieron a partir de la Gran Guerra, sino una serie de pistas que nos hablan de la banalidad de estas representaciones (y de la vida misma) en nuestros días.
No es difícil entender que el mundo cambió por completo después de las dos grandes guerras que dividieron el tiempo. Mucho de este cambio tiene qué ver con cómo quienes vivieron estas transiciones comprendían una situación tan violenta y absurda como la guerra y el paso de quienes tuvieron en sus manos el poder de transformar este entendimiento hasta nuestros días.
En El silencio de la Cultura, la autora y académica española Carmen Prado hace un ensayo minucioso respecto a ello. Y hace una gran radiografía por el paso del tiempo respecto a la propaganda que hicieron los grandes países para representar a la guerra y despertar tanto a los soldados en las trincheras como en la gente que seguía el paso de los frentes en la radio o la televisión, un sentido de pertenencia que iba más allá, que afectaba a todos quienes pertenecían a un país y a un pueblo.
El cine sobre la guerra, las fotografías en el frente, incluso la música, pintura y el performance que se desarrollaba a principios del siglo XX fueron un parteaguas en como conocemos la Gran Guerra ahora.
Toda la población puede ver la guerra a través del cine y, con ello, pasa a formar parte de un componente esencial de la guerra: la denominada guerra psicológica. La Tierra se convierte en un gran plató.
Los medios de reproducción mecánica, junto a la magnitud del evento, alimentan sin cesar el deseo de ver. Se podría pensar que ese exceso de representaciones tiene su causa en el anhelo de comprender una contienda que sobrepasaba a todo lo conocido hasta entonces en la historia de la humanidad, pero ahora sabemos que, en todo caso, no fue ésta la principal razón. Se tomaron multitud de fotografías y a ello contribuyeron los mismos soldados porque había cámaras y técnicamente era posible su reproducción mecánica en los periódicos. Se hizo porque existían los medios para hacerlo.-
Cita directa del libro, página 53
Las palabras claves aquí son estilización de la violencia, una forma en la que las representaciones artísticas por varios de los frentes en la Gran Guerra, resultaban en una manera de silenciar el horror que hay, por supuesto detrás de todas las guerras. Pasó así cuando, por ejemplo, las autoridades comenzaron a mandar a los cineastas y a los artistas plásticos al frente, para representar la grandeza de pelear por un pueblo, para que quienes se quedan en casa escuchando las noticias pasen por alto el horror de los cuerpos destruidos por las bombas, y sobrepusieran un sentimiento de orgullo por la nación.
Otro de los temas que trata Prado en el libro está relacionado directamente con la música o el sonido, temas que interesan particularmente a la académica, una de las citas que más llama la atención tiene que ver con el estruendo que significan todas las nuevas tecnologías, nunca antes vistas hasta entonces, que nacieron con la Gran Guerra, como las armas y los sistemas de comunicación como los radios (asegura que justo las tecnologías que hacen posibles esas guerras son, a su vez, las que permiten representarlas).
“La Gran Guerra supuso un salto cualitativo y cuantitativo en la representación de la contienda, modificando a su vez las formas de ver. Se trata justamente de una modificación que tiene lugar cuando la guerra ya no es objeto de visión para el soldado. Desde las trincheras, moviéndose de noche o al amanecer, el oído se convierte en el órgano de la supervivencia. Ejecutarse en la escucha, en un estar alerta en un mundo cuyas coordenadas visuales han sido amputadas será lo primero que el soldado debe aprender”. –
Cita directa del libro, p. 29
El sentido del libro, desde Goya y sus cuadros estremecedores hasta Disneyland, representando un ideal americano, pasando por Barbie y su dictadura estética, la música que acompañaba a los recluidos en campos de concentración y los estribillos para motivar a los trabajadores de la empresa, es dar luces sobre las formas en que los mass media componen el imaginario del mundo sobre cualquier cosa, y atacan el ruido de las metrallas con melodías de los grandes artistas. En general, el libro de Carmen Prado es un ejemplo claro del daño que sufrimos, por ejemplo, hoy en día, en plena democratización de la información gracias al internet, de lo que la propaganda significa en el medio de un conflicto. Aún si no es del todo una propaganda de seducción sino algo más cercano a lo sublime.
De cualquier manera, el libro de Carmen Prado es una virtuosa línea del tiempo sobre el arte y la propaganda, sobre su enorme poder político y social y sobre lo macabro del sinsentido de todas las vidas que se rigen bajo esas reglas.
¿Suena familiar?
El libro lo edita Sexto Piso y está disponible en librerías.