La tan esperada noche para fans y no tan fans, pero que saben apreciar la buena música, había llegado, por fin Russian Circles se presentaba por primera vez en Guadalajara y el Foro Independencia sería el anfitrión de lo que de antemano sabíamos todos: sería un concierto inolvidable.
Por: Joanna Rubio. Fotografías: Noé Blanco para Kä Volta.
Para ir a un concierto siempre ha existido un ritual secreto del que todos los asistentes somos partícipes, algunos incluso sin darnos cuenta, todo comienza con las ansias previas al evento, el conteo de las horas, el pie que golpea el piso, la uña que se muerde y la sonrisa inesperada que nace en nuestro rostro cuando estamos esperando en la fila para entrar. Esos son los primeros ingredientes que van macerando la energía ceremonial de música en vivo.
La primera banda en darle la bendición al escenario fueron los locales de Polar Dream, grupo instrumental de post/rock que lo mismo ha tocado en un festival en Av. Chapultepec, en unas cuantas fiestas por Santa Tere, en la embajada de Islandia y en el Palacio Municipal de Zapopan, acompañados de una sinfónica.
Para muchos fue un re-descubrir a un Polar Dream maduro, con una propuesta más definida y un sonido más limpio, que lograron atrapar la atención de los que llegaron temprano y optaron por no salir a tomar la cheve al patio del recinto. Polar Dream sazonó bien la primera hora, todavía queda más camino por recorrer para esta banda tapatía que seguramente prepara nuevas sorpresas.
Pasaban lo minutos y para muchos crecían las ansias por escuchar a Chivo Negro, la segunda banda en tocar, este grupo es uno de los infalibles en cualquier fiesta o tocada del centro, todos sabemos de antemano que si Chivo Negro va a tocar, el ambiente se pondrá bueno.
Esta agrupación no decepciona, representa dignamente el movimiento under del metal alternativo en la ciudad, tienen ese talento de levantar al público como si le echaran un Mento a una Coca Cola, rápido, fuerte, devastador. Chivo Negro no le perdona a nadie el estar sentado mientras tocan, porque eventualmente te levantarás y moverás la cabeza frenéticamente atraído por la fuerza que imponen en el escenario con la energía arrolladora de sus guitarras. Para cuando termino el cabrito obscuro, ya estabamos llena de vida, ahora solo faltaba Russian Circles.
Las luces ámbar al fondo del escenario se encendieron, los primeros guitarrazos de Mike Sullivan comenzaron a sonar y la máquina de neblina cubría el escenario, el momento había llegado, Russian Circles estaba tocando en Guadalajara.
Comenzaron con 309 con ese el característico preludio que antecede a la tormenta, el sonido amontonado del Foro Independencia resultó perfecto para la banda, todavía no acaba la primera canción y no estaba segura si estaba mareada por la cerveza o por el retumbar de las bocinas. He de confesar que el sentimiento fue perfecto. El trío era imponente, desde el comienzo te llevan a un viaje equilibrado entre destrucción y apreciación, por momentos quieres destruir a martillazos lo primero que se te ponga enfrente y al siguiente navegas por un océano de luces negras.
Desde hacía varios años me gustaba Russian Circles, pero nunca había llegado a comprender que ellos son de esos artistas que se disfrutan en vivo, para apreciar sus canciones debes sentirlos, absorberlos y dejarte consumir por la potencia de la bandad.
Hay artistas que en vivo se convierten en un show más y dejan la calidad de las presentaciones a un lado, pero esta banda pertenece al selecto grupo de la música que te hipnotiza, desaparecen por una hora completa la existencia del mundo exterior y te dejan con ganas de más. Un concierto de Russian Circles no es suficiente, esperamos que regresen a la ciudad, por que 9 canciones no fueron suficientes para saciar la sed de los tapatíos.
Lo más místico de los conciertos, o tal vez lo más mágico, es que por ese pequeño instante, sientes que perteneces a un espacio seguro, todos se vuelven tus amigos y amigos difíciles de conseguir, de esos a los que les gusta la misma música que a ti, fumas, platicas, escuchas, bailas y desde el anonimato, de forma secreta construimos el mismo recuerdo.
Dicen que cuando mueres, toda tu vida pasa frente a tus ojos, pero me gusta imaginar, que podremos detener por un instante esa película, justo en los momentos en los que más nos sentimos vivos y estoy segura que ustedes como yo, escogerán algún concierto, por pequeño que sea, como uno de los recuerdos más representativos de su vida.
Y es justo ese, el efecto del ritual de un concierto.