Por fin, otra producción de Christopher Nolan. El director que nos regaló Inception, la trilogía de Batman, Interestelar y Memento vuelve con una temática popular: la Segunda Guerra Mundial; sin embargo, el enfoque que da lo distingue
Debo detenerme a platicarles que soy un poco hater de las películas de guerra. Sobre todo si se trata de forma propagandística la historia de un soldado estadounidense que muestra que la guerra vale la pena, que su país seguirá siendo la mejor economía y que los vecinos del norte son los más grandes inversionistas.
Aquí fue una excepción, Dunkerque muestra una perspectiva impresionante sobre un hecho bélico poco conocido.
La historia
La batalla de Dunkerque fue un acontecimiento como parte de la Segunda Guerra Mundial (en 1940), cuando las tropas inglesas y francesas se vieron flanqueadas y casi prisioneras en un corredor hacia el mar en Francia. La cuasi-isla se encontraba llena de casi 400 mil soldados del ejército aliado (Francia, EUA y Gran Bretaña), aislados de la marina y la fuerza aérea de sus países, y a merced de los soldados alemanes.
La Película
Christopher Nolan aborda la trama desde tres locaciones: tierra, agua y aire.
La primera (tierra), es contada a través de los ojos de Tommy, un joven soldado inglés, quien aterrado y en constante efecto de la adrenalina, es parte de la ridícula cantidad de soldados esperando rescate en Dunkerque. En Tommy vemos la inocencia que es robada de los jóvenes reclutados y es la mirada más conocida gracias a los libros y otras películas de guerra.
La segunda locación (agua) muestra el patriotismo de los que ven la guerra desde fuera. No son soldados, pero tienen que estar dispuestos a dar todo en pro de la lucha nacional. Padre e hijo se lanzan a una aventura para pelear sin uniforme y, dentro de la semiótica de la trama, son parte de la esperanza de los desdichados en Francia.
En el aire se muestra a un Tom Hardy con voluntad maciza y temple inamovible. Junto con su equipo busca penetrar la red aérea que cubre la prisión de los aliados en tierra. En esta parte la actuación de Hardy se sostiene sólidamente, pese a que que tiene pocas herramientas, pues tiene una movilidad limitada ya que se encuentra dentro de la cabina de un avión.
La fotografía de Hoyte Van Hoytema muestra la visión de alguien que ha trabajado en los países nórdicos: hay una sensación de belleza en el espacio abierto, que transmite la sensación de algo parecido a una isla desierta, el océano y el aire.
Estos sentimientos de paz y respiraciones profundas son el balance ideal del guión, que, con ayuda de la música de Hans Zimmer, mantendrán a los espectadores al borde de sus asientos.
Nolan ha sabido escoger a su equipo. Muchos de los que forman parte del elenco y equipo de producción son repetidos de otras obras del director británico, por lo que la química en la pantalla se convierte en innegable.
Celebramos ver caras desconocidas y aplaudimos el impecable talento de quienes ya conocemos.
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