Sin duda alguna el Frengers de Mew es un disco hermoso en su totalidad, es delicado pero estruendoso. Balancea en sus acordes y letras un sentimiento de felicidad y melancolía de forma perfecta.
Si tuviéramos que traducir literalmente el término Frengers al español, creo que lo más idóneo sería usar la palabra “conocido”, es cuando te refieres justamente a una persona que si bien, no es tu amiga, tampoco es un perfecto desconocido. Creo que el término más que referirse a una persona, hace referencia a un sentimiento: la melancolía, que no aceptamos como propia, pero sabemos reconocerla en cuanto nos aborda.
Frengers es el tercer álbum del grupo Danés MEW. El álbum fue editado hace exactamente 15 años. Fue sucesor de dos discos que le abrieron camino a la banda en la escena musical, pero que, no destacaron de la misma manera por su tiraje limitado. Frengers: Not Quite Friends But Not Quite Strangers marcaba para Mew, la oportunidad de llevar su propuesta musical a un público mayor, a través del apoyo de una disquera trasnacional. En realidad, al álbum es una recopilación que toma las canciones más representativas de sus dos discos anteriores y le suma cuatro temas completamente nuevos para entregar una obra simplemente épica, que por momentos nos recuerda al sonido de My Bloody Valentine por sus guitarras distorsionadas, combinadas con dulce voz de Jonas Bjerre.
Cada tema de esta producción es una exploración sonora, por una parte encontramos claros matices de shoegaze y dream pop, pero a su vez se aventura en el post rock, el rock progresivo y la psicodelia, todo unido por un hilo de pop que envuelve la atmósfera sonora de la banda. El disco llega en una época donde el sonido no parecía tener un rumbo definido, por una parte estaba la oleada del new garage rock de grupos como The Strokes, el revival del glam de la mano de The Darkness, sin embargo había algo en la estética sonora del grupo danés que no se adaptaba a estos esquemas musicales, y eso fue precisamente lo que le permitió destacar.
Por una parte la voz peculiar de Jonas, aunado al casi contrastante y cambiante sonido forjado por Johan Wohlert, Silas Utke Graae Jørgensen y en aquel entonces Bo Madsen. Las canciones juegan con cambios de ritmos constantes y armónicos que se conjugan para crear piezas complejas pero digeribles, y las letras apelan constantemente a la nostalgia, haciendo del disco una verdadera obra de arte.