Ya casi son los Oscares o Los Premios de la Academia, un montón de ancianitos “conocedores”, expertos en el tema que premian lo que consideran lo “mejor” del cine cada año, en base a un estándar añejo que pondera siempre cintas con una carga emocional fuerte pero, claro, que puedan ser altamente consumidas por las masas
Por: Adolfo Nuñez
Es decir, que la ganadora a mejor película siempre es una cinta lacrimógena, dramática pero que tenga un buen ritmo y que sea accesible para todos. Como tal, dicha premiación se ha vuelto terriblemente predecible, y este año no es la excepción.
Lo memorable de esta edición es que nos encontramos con varios títulos que si bien tuvieron una recepción favorable el año pasado tanto en crítica como en taquilla, no caben totalmente dentro de esa fórmula ya establecida por los votantes.
Películas tales como Boyhood, The Grand Budapest Hotel y Birdman, proyectos pequeños e independientes que se abren paso entre las grandes producciones de estudios comerciales y de renombre.
Cambios pequeños e imperceptibles a primera vista, pero que demuestran el rumbo que Hollywood está tomando y que ha decidido seguir desde hace un par de años.
Dicho cambio en la marea es notorio y se vuelve claro si tomamos como referencia a los cinco actores nominados por sus registros histriónicos este año. Cada uno de ellos representa uno de los peldaños de dicha edificación alternativa que se ha erguido recientemente.
De entrada hablemos de la actuación más destacada de todas. Michael Keaton está increíble en Birdman, su trabajo actoral cumple en todos los niveles, además de que dicha colaboración con el realizador mexicano Alejandro González Iñárriturepresenta también lo que muchos han llamado “el regreso del siglo”. Algo como lo que Darren Aronofsky y Mickey Rourkehicieron hace un par de años con The Wrestler (2008).
No es ningún secreto que el Riggan Thompson de Keaton es una especie de reflejo de su carrera como actor, y la trascendencia que su imagen ha tenido en la cultura popular, a tal grado de ser conocido simplemente como “El Batman de los 90’s” y en peores instancias “el Batman gordo”.
La cinta también resulta ser un reflejo del estilo fílmico de Iñárritu y de su necesidad de romper con las líneas establecidas en su carrera, romper con ellas por completo. También evidencia de manera satírica el estado de la industria de cine comercial que se vive actualmente, del llamado “porno apocalíptico”. Explosiones y nada más.
Por otra parte con Foxcatcher (la máxima ausente entre las nominadas a mejor película) Benett Miller demostró que Chaning Tatum y Steve Carrell realmente sabían actuar.
Hablando de éste último, Carrell engendra al perturbador John Du Pont, magnate y codicioso personaje con problemas de alcoholismo y estrés postraumático en búsqueda de la aceptación de su madre, representación física de los Estados Unidos.
Independientemente del material oscuro que es tomado como base, Carell representa a esa generación de comediantes que han decidido darle un giro de 180 grados a su carrera y han colaborado con directores de talla grande. Ejemplos como éste incluyen a Jonah Hill con el mismo Benett Miller (Moneyball, 2011) y Sacha Baron Cohen con Martin Scorsese (Hugo,2011).
Algo que se ha mencionado desde que los Oscares existen es el hecho de que una comedia jamás ha ganado el máximo galardón, pero la inclusión continua de cintas de este corte se ha vuelto evidente en años recientes.
Este año Bradley Cooper suma su tercera nominación consecutiva con American Sniper de la leyenda viviente Clint Eastwood, en la que es considerada por muchos su mejor película en una década.
Dejando de lado la polémica que la cinta ha generado, hablamos de una película que representa de manera cinemática los horrores y tribulaciones psicológicas que los soldados americanos sufrieron en Irak y que a veces se llevan a casa. El problema de esta obra radica en ser una visión optimista, patriótica y hollywoodense de dichos temas que igualmente es clara enFury, también del año pasado.
Dichas cintas buscan la versión políticamente correcta de las cosas y en general, de las decisiones tomadas por el gobierno Estados Unidos, tal y como se demostró en la pseudodisculpa a siglos de esclavismo en 12 Years a Slave (2013) y más recientemente en Selma (ambas apuntando hacia esa integración racial tan común en la administración de Obama).
La contraparte de este fenómeno es la llamada “invasión inglesa”. Recientemente han sido incluidas entre las nominadasproducciones británicas, en su mayoría biográficas, con presupuestos relativamente medianos y que están recargadas en el plano interpretativo. Un ejemplo de esto fue The King’s Speech de Tom Hooper (2010), la ganadora absoluta de ese año.
En esta ocasión contamos con dos presencias fuertes de dicha nación, por una parte The Imitation Game de Morten Tyldum, y por el otro lado The Theory Of Everything de James Marsh.
La primera expone y reivindica con potencia la imagen del matemático Alan Turing, pieza clave para los aliados al momento de ganar la Segunda Guerra Mundial, y que es interpretado de manera desgarradora por Benedict Cumberbatch. La cinta muestra las dificultades que Turing tuvo por ser homosexual, para después ser repudiado y condenado por el gobierno de ésa época. El resultado es una de las cintas más conmovedoras y tristes del año pasado, una digna candidata a la carrera por el máximo premio.
La segunda es una visión rosa y emotiva de las relaciones personales del cosmólogo Stephen Hawking (Eddie Redmyane) con su esposa (Felicity Jones) y que se ven afectadas por el comienzo de las dolencias y limitaciones físicas de éste. Al final la película no aporta nada nuevo al género, pero se sostiene totalmente por sus actuaciones, siendo Redmyane el mejor parado (irónicamente) así como el favorito para ganarse la estatuilla.
El resultado está por verse todavía. Es imperativo señalar que si bien estos cambios en la carrera son continuos conforme avanzan los años, dicha premiación se trata de una representación de la industria hollywoodense actual, y que como tal, no se adapta a la evolución de manera fácil.
Esta ceremonia tampoco debe verse como el máximo referente en el mundo del cine. Hubieron ya pésimas películas nominadas al Oscar.