Por: Ashanti Ahumada | Ilustración de Lilian Pepper
Un amigo me dijo una vez que las guacamayas siempre están con su pareja, después de todo el drama con el retorno de Saturno no podía sacarme esa idea de la cabeza.
Con un poco de ayuda de Google también supe que una vez que una muere la otra se queda sola para siempre, las guacamayas de verdad cumplen eso de “hasta que la muerte nos separe”. La segunda idea que no me dejaba era que las guacamayas no son egoístas, es decir, lo hacen porque tienen que conservar su especie y de cierta forma no creo que existan otras guacamayas que le digas que hay mejores cosas que vivir con alguien para siempre, al final llegué a la conclusión que debe ser increíblemente aburrido ser una guacamaya, me gana lo egoísta, pero no soy la única.
Tengo 27 años y había estado en una relación desde los 17 hasta los 25, realmente sólo he estado dos años sola y entonces conocí Tinder, una aplicación dónde eliges izquierda para descartar a alguien o derecha para quedarte con esa persona, todo esto con la premisa de que alguno de los dos va a decir “Hola”. Yo conocí la aplicación en el momento adecuado, la verdad es que la mayor parte del tiempo todos la usaban por un solo fin… sexo, pero escuchaba historias de personas que habían encontrado a su pareja en turno en la aplicación y como la buena romántica empedernida que soy esas historias fueron suficientes, decidí descargar la aplicación a mi celular.
Yo fui la primera de muchos amigos, es emocionante por la premisa de que no sabes quién dirá que no a tus fotos y las personas que rechazas tampoco se enteran, estaba dándome por vencida cuando conocí a un chico que de entrada me pareció brutalmente atractivo, había una foto en especial que me encantaba, tenía gafas oscuras y tenía una cerveza en la mano, hasta la fecha creo que sigue siendo una de sus mejores fotos, las gafas le daban un aire de misterio y la cerveza era algo que te hacía pensar que le gustaba divertirse. Estuvimos hablando algunos días hasta que decidimos salir, fuimos a un bar que está cerca de mi departamento y recuerdo que llegó con sandalias, lo raro de todo esto es que no me molestó, le iba tan bien todo el look, me pareció alguien a quién no le importaba lo que los demás pensaran (cosa que es cierta), libre, relajado y además inteligente.
Después de esa primera vez salimos un par de veces más pero no pasó nada, una parte de mí se sentía enamorada de él, emocionada, pero entonces llegó la parte egoísta y puse las mismas barreras de siempre, las usuales, las que me hacen sentir cómoda y feliz, al final supe que estaba saliendo con alguien, eso me dio mucho gusto y tal vez hubo un ápice de tristeza, pero no era el momento porque ¿Cómo voy a saber lo que quiero con alguien más si ni siquiera sé que quiero conmigo? Lo mejor de esta historia es que justamente fue él quien me contó sobre las guacamayas. Quién sabe, tal vez si fuéramos aves las cosas serían diferentes y volaríamos juntos, pero no somos y en el amor es así, todo se torna caprichoso y complicado.
Desde hace mucho cancelé mi cuenta en Tinder, porque no quiero que llegue alguien mejor que él, él siempre va a ser mi mejor recuerdo.