El Teatro Diana se llenó de diferentes personalidades, colores de piel y peinados. Lo más variado de la ciudad de Guadalajara se presentó al ya emblemático teatro para recibir a la cantante que no tiene fronteras: gitana y flamenca; hispano y anglo parlante: BUIKA
Con sólo la silueta de la española en las sombras en la más alejada esquina del escenario, la gente se volvió loca, invitándola a entrar a donde los aplausos y gritos llenan la densa atmósfera. Ya frente a los cinco músicos, y tras su ligero micrófono, Buika dijo a su público que lo que los esperaba era una noche de amor y mucha magia.
Así abrió su noche con el tema de su última producción: Fotografúias. A pesar de que era el álbum más reciente, el público lo recibió con coros y aplausos.
Entre canciones, la cantante dio un toque más de humanidad a su presentación, hablando de la problemática de los migrantes. Ella, como refugiada e hija de refugiados, entiende la dimensión y la afectación de esta situación; por lo que más de una vez dedicó su ronca voz a todos aquellos que están de tránsito.
Los melancólicos requintos del guitarrista añadían magia en la voz que cantaba despechada. Esa ronca y grave voz del flamenco, que desgarra, que desnuda.
Era un ir y venir a lo largo de su amplio rango, aumentando intensidad o dando un respiro de consuelo a los que cantaban a todo pulmón del otro lado del escenario. No podía negar sus raíces africanas, latinas y con tendencias al reggae y el jazz: que sudaba por cada poro, que dislumbraba con cada nota, con cada paso de baile.
Dejó que todo su pasado estallara en una misma presentación, cantando lo que sus antepasados cantaban, añadiéndole una pizca de sabor con sus bailes con el micrófono.
Fue toda Buika: toda España, toda África, toda Estados Unidos y todo encuentro mexicano.