Muy silenciosamente entraron a escena: Loli Molina, Roberto Verástegui y Hernán Hetch, el trío latinoamericano que conmovió al íntimo Teatro Vivian Blumenthal en los Miércoles Alternativos de Cultura UDG.
La guitarrista-canta-autora argentina dio la bienvenida a los asistentes con su voz y alma de niña. Dispuesta a pasar una noche de convivencia y armonía a ritmo de batería de jazz y arpegios suaves, iluminados sutilmente con el brillo de los teclados del mexicano, Verástegui.
Entre canciones, Loli se hizo nuestra amiga, introduciendo sus creaciones (también uno que otro cover) con chistes, ironías, o reflexiones que nos ponían en el mood de abrir el corazón. Los temas se dividían en el seguimiento de las partituras y el seguimiento de una improvisación en conjunto.
Dividido en dos pianos nord y una melódica, Roberto Verástegui añadía brillo, relieve y relevancia a los acordes bien articulados de Loli Molina.
Ternura, inocencia, suavidad, calidez. Loli Molina nació para hacer música, y fortuna para nosotros, para compartirla en un ambiente íntimo como lo es el Teatro Blumenthal.
Loli Molina nos dio una lección para seguir adelante, para aprovechar la vida con canciones que plasmaban el folklore argentino y una educación musical extensa.
Con sus canciones de corto formato, encontró la forma de entrar a nuestros organismos. Como una transfusión de sangre, su música hace que te sientas elevado en un entumecimiento: perdido en un viaje, donde las memorias borrosas y anhelos melancólicos se vuelven los guías. Pero al mismo tiempo con una urgencia de volver a la vida, a vivirla en búsqueda de la belleza más simple, del reconocimiento de la nobleza en el otro.