Creo que no fui una niña tan “normal”, o mejor dicho mi mamá no era una mamá muy estándar. ¡Me partían el sandwich en rectángulo!
Siendo más grande, alguna vez, le pregunté la razón por la que no me cortaba el sandwich en triángulo – como a todos – y me dijo que “le parecía más fácil que fuesen partidos a la mitad para que mi manita de niña pudiera tomar los pedazos y comerlos.”
Por: Ana Volta, @anavolta
Fue muy tierna la explicación la verdad, pero no dejó de marcar una diferencia para mi. Tampoco le quitaba las orillas al pan, ni mucho menos compraba pan blanco. En casa de mi mamá se comía pan integral. Gracias a eso, ahora peleo las tapas del pan, y prefiero por supuesto el pan integral al blanco. Al final, muchos de nuestros gustos en cosas tan simples como esa, son enseñadas por nuestros padres.
También recuerdo que en los 90s todas las niñas queríamos el famosos Hornito Mágico
Alguna vez leí en Twitter todo un dilema de las chicas que nunca recibieron el famoso hornito, y cuánto creían que su vida era miserable por ello. Yo tampoco lo recibí en Navidad. Sin embargo, una de mis primas hermanas de más o menos mi edad si lo tuvo. Recuerdo que tuvimos tardes de juego con él. Su mamá le compró el foco de 100 watts para jugar, las de harinas especiales y cocinamos cuando la visitaba.
Pero para mi al final de cuentas no fue tan emocionante. Era una diversión que ya tenía, salvo que esa versión estaba sin supervisión, en formato “mini” y los panecillos no eran ni muchos, ni sabían tan bien.
Mi mamá nos enseñó a cocinar a mi hermana y a mí desde que yo tenía cerca de 7-8 años. Lo que más nos gustaba preparar era pastel de caja en muffins. Así que los pastelillos en el hornito mágico no eran gran novedad. Mamá me dejaba comer los restos embarrados en las aspas de la batidora, y ponerles el betún cuando ya estaban fríos. (En ese entonces teníamos una batidora como de los 50s, comprada en una de esas tiendas de segunda.)
Creo que haber tenido o no el juguete deseado (o no comer sandwiches de pan blanco) no debería ser un factor que haga mejor o peor tu infancia. No debería ser tomado como un vacío a llenar. Al contrario, si sabes que tuviste una infancia feliz, lamentar no haber tenido un juguete (o sándwich en triángulo) puede ensombrecer los buenos recuerdos por estar obsesionado con algo.
Si vuelves a revisar, en realidad no necesitabas de ese algo deseado para lograr disfrutar cada momento con los juguetes o cosas que tenías. Ahora, si todavía sientes como que te falta, siempre puedes ir ahora a una tienda a comprar pan blanco (o el hornito mágico, ¡sí, lo venden todavía!) y hacerte un sandwich en triángulo. ¿o no?