Septiembre es el mes de la patria y en Kä Volta este mes lo dedicamos a todo lo hecho en México, por lo que yo decidí escribir de nuestra maravillosa gastronomía nacional.
No crean que mi creatividad no dio para más pero elegí este tema porque la comida mexicana es algo que extraño tremendamente y también es algo que me llena de orgullo. No saben lo mucho que añoro los sabores de nuestra tierra y no me refiero únicamente a los platillos tradicionales; extraño desde los ingredientes más básicos como tomates verdes, chile, cilantro, nopales, limones y muy especialmente el aguacate, él cual en Alemania es sumamente costoso y además no tienen el mismo sabor.
En el 2010 la UNESCO reconoció la cocina mexicana como patrimonio intangible de la humanidad, pero no estoy segura de que esto se le informara a los verdaderos héroes de nuestra gastronomía. Nadie le aviso a la señora que vende sopes y quesadillas en el mercado, al panadero que hornea conchas, a la tía de Sinaloa que hace el mejor aguachile, tampoco le avisaron a la abuela que pasa horas cocinando para ofrecer un verdadero festín a su familia en la cena de navidad y lo suficiente para el recalentado de los dos siguientes días o al señor que grita cada tarde “elooooootes”.
Todos ellos hacen que nuestra cocina sea única y que no sólo se trate de sabores en el paladar sino de experiencias, por que una buena fiesta en México se termina en la madrugada comiendo unos tacos al pastor, las mañanas huelen a café de olla, las crudas se curan con tortas ahogadas y en invierno un delicioso atole o chocolate calientan el alma.
México esta lleno de contrastes y diversidad esto también se ve reflejado en la comida. Cada estado de la república tiene una especialidad que ofrecer o bien su versión muy peculiar de un platillo, como es el caso del pozole, él cual se sirve muy distinto en Jalisco y Guerrero. Por esta misma versatilidad cualquier extranjero puede enamorarse de la cocina mexicana y chuparse los dedos con un mole o unas tlayudas. Pero también se puede escandalizar al ver que comemos chapulines, que nuestro mezcal viene acompañado de un lindo gusanito, que cuando decimos “no pica”, sí pica y mucho o bien que los niños comen calaveras de dulce con su nombre el día de los muertos.
La comida mexicana al igual que nuestro país es difícil de describir con sólo palabras. Los invito entonces a que la próxima vez que se reunan con sus amigos o familiares alrededor de una mesa, no den por sentado ese valioso momento, disfruten cada bocado, la platica, las risas, el olor a lo recién hecho, las texturas de lo fresco y se sientan orgullosos de ser parte de ese pratimonio de la humanidad.