Cuando uno decide casarse o irse a vivir con su pareja, algo en tu manera de pensar o hacer las cosas cambia: empiezas a pensar en dos.
Lo primero es pensar donde vas a vivir, como van a ser las cosas, te imaginas los muebles, la decoración, pero cuando ya estás comprando todo te das cuenta que las cosas ya no son solo para ti, son para los dos. Hay que decidir, por ejemplo los colores… pero ya no se trata de tu color favorito, tiene que ser un color que a los dos los haga sentir cómodos.
Compras todo en pares; desde las cosas más básicas como la comida, por ejemplo si vas a comprar naranjas para toda la semana ya no compras 5, compras 10.
Pensar en dos, no, por dos, no hay que confundir, es clave para establecer una relación duradera. No es que dejes de pensar en ti, si no que consideras lo que la otra persona puede desear o pensar, por qué te importa; y si no quiere naranjas para la semana y quiere manzanas, tendrás que comprar esas 5 para el. Esto te hace compartir y aprender del otro.
Nunca me gustó pensar en encontrar la media naranja; me gusta más la idea de encontrar una naranja completa que te comparta su mitad, y a la que tu le compartes la tuya, volviendo a formar dos.