Muchos, de una u otra forma, han escuchado a Willie Colón en una película, un comercial, en las fiestas de la familia, en un antro o hasta en alguna canción que fuera un hit, pero pocos lo han visto en vivo después de 50 años
Fotografías: Tolentino
En el Teatro Diana una señora estaba bailando en el centro del patio de entrada y cuando pasé a su lado me miró y dijo: “¡Va a estar padrísimo!”. Le creí, más porque todos en la entrada medio bailaban con la música que el DJ tenía como ambientación (que era de Willie Colón) y hablaban del Malo del Bronx.
Una pareja de adultos mayores hablaban sobre que habían bailado juntos muchas veces al son de Willie y Héctor Lavoe; una carrera tan grande debe estar plagada de recuerdos de los seguidores sobre el artista.
Willie Colón entró como si el escenario fuera su casa, empezó diciendo que es del Bronx y que “soy gringo, pero mi abuelita me inculcó la consciencia latina”. Después contó como él, su familia y amigos hicieron de la calle 139 en Nueva York un barrio tropical.
“Las tiendas tenían letreros en español, olía a café y de la radio salía un ritmo extraño pero reconfortante.”
Mientras hacía su monólogo los instrumentos servían para terminar de pintar el paisaje, el público estaba en el llamado “Barrio Duro” en el Bronx de Puerto Rico. Willie hizo una pregunta fundamental: “¿Qué necesidad tenemos de bailar? Es tonto, ¿no? Tengo años queriendo responder esa pregunta pero creo que es sencillo: lo llevamos en la sangre”; entonces el Diana retumbó con “Che Che Colé”.
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Después de una pequeña pieza de su saxofonista, la velada se puso más íntima.
“Abuelita solía mirarme con sus ojos sabios, para ella yo era la reencarnación de su hijo Gilberto; pero como Gilberto, yo tenía que aprender a tocar un instrumento. Ella me inculcó la música”, dijo previo a que sonaran las notas musicales de “Abuelita”.
Willie paró un momento y habló del cuatro, un instrumento que no es guitarra, ni ukulele, ni bajo, es un cuatro. Uno de sus músicos pasó al centro del escenario a mostrar cómo suena el cuatro; al final dijo que fue gracias a Willie que el cuatro sigue siendo tocado en muchas bandas de salsa.
Entre sus bromas expresó que el ritmo era su canción de cuna; lo demostró cuando cantó “Idilio”, cuando por fin los tapatíos bailaron entre los pequeños pasillos del teatro, a nadie le importó el poco espacio, la trompeta de Willie guió cada paso, mientras gritaba “¡Ahí, ahí!”; más personas se levantaron a bailar.
La despedida fue al ritmo de “Talento de televisión”, “El gran varón” y “La murga” no quedaba una sola persona sentada.
Al inicio de la noche Wilie contó que cuando el ritmo se detenía, todos en el Bronx decían “¿Qué diablos fue eso?” Anoche, cuando Colón dejó el escenario, todos se hicieron la misma pregunta.