Llega un momento en la vida donde una/uno/une aprende el cómo, quién y para qué para lo buscan.
Si bien existen Dones y Doñas que son así como nuestro mal de cada desamoroso día, la neta es que cuando a una/uno/une todavía le queda la ilusión aquella de «¿será que es él», pasa por alto la realidad que acompaña a estos seres #porquesí. Y ahí va la vida dejando su huella en uno mientras la esperanza, como casi siempre sucede, es lo último que muere.
Peeeeeeeeero la cruda, triste y llana verdad, es que la esperanza debe morir. Es más, no morir sino ser asesinada a sangre fría tipo Capote. De otra manera la maldita seguirá haciendo de nosotros unos imbéciles amorosos que van llorando la hermosa vida, nomás por purito gusto de hacerse bien pendejo ante lo evidente.
Muy tranquila está una por la vida pensando y esperando lo mejor de ella. Cuando parece que se ve la orilla, nunca falta el Universo o «la buena fe» que permite que llegue el mensaje que como embarazo no planeado se recibe con gusto, se responde y luego… TOIN ahí está el PE LA FUS TÁN.
El Pelafustán (con respeto y en mayúsculas aunque no se lo merece, pero una es muy correcta) es ese personaje inmundo que llega para alterar la vida de una manerita, ajá en diminutivo, casi graciosita. Que resulta desesperantita y bastante estúpidita. El Pelafustán es ese personaje que provoca que respondas lo que parece un inocente «hola», y termines con los ojos como huevo cocido de estar respondiendo mensajes a altas horas de la noche por la diferencia de horario entre tú y el Pelafustán en cuestión.
La diferencia entre el Don y Pelafustán radica en que si bien al Don sí lo viste y tienes tangibles sus besos como tatuajes en la piel (gracias Joan Sebastián), el Plafustán brilla por su ausencia. Es decir que no lo conoces, ni lo conociste y maybe no lo conocerás. Pero eso sí, al igual que del Don te vas a quejar amargamente con tus amigos, como si hubiera existido porque la magia radica no en esperar/recibir lo mejor de una persona, sino en imaginar lo mejor de ella y cuando menos te das cuenta ya estás en la perdidez total entre enamorada/apendejada/manipulada y VIEJA.
Así es VIEJA, porque el tiempo no pasa en vano y aunque sólo le hayas dedicado unas horas, serán horas que no volverán, serán sentadillas que no hiciste, libros que no leíste, series que viste o pelos que no te depilaste.
Es bien bonito sentir esa ilusión en la panza por alguien más. Es hermoso despertarse y acostarse con la sensación de que lo piensen a uno, de que estén al pendiente. De que les importe si comimos, bebimos o cagamos todo o en partes. Sin embargo es IMPRESCINDIBLE aprender a diferenciar lo real de lo aparente, porque jugar el juego de hacerse bien pendejo más que un juego resulta un arte.
Arte que además requiere conciencia, porque uno no es que sea un pendejo, es que se hace y la única regla es no quejarse. Así es, no quejarse si te deja de escribir, no quejarse si ya no responde tan rápido como antes, no quejarse si es que se llega a materializarse el encuentro y todo termina en un desastroso acostón. Digo desastroso no porque el sexo en sí sea malo; sino porque las expectativas que se suelen crear son graaaaaandes y circuncidadas pus luego cof cof ni uno, ni lo otro.
No es cuestión de edad, es cuestión de auto respeto, que ante un posible o confirmado caso de pelafustenez uno debe tomar acciones pertinentes las cuales consisten en:
1.- Bloquear el número
2.- Eliminarlo
3.- Bloquear cualquier red social en común
4.- Revisar si es que está en Telegram y eliminarlo también porque neta Telegram revive pasiones que se creían olvidadas con aquello de «Fulanito se unió a Telegram» O seeeea, ¿Telegram es neta?
Parecen medidas extremas, y tal vez hasta innecesarias pero si estás consciente de tu inconsciencia y nulo auto control ante un Pelafustán, es mejor tomar esas medidas porque ya no vas a estar con la angustia de «¿me escribirá?» viendo teléfono cada segundo nomás para darte cuenta que no, y que sí está online valiéndole maaaaaaadres tu virtual existencia. Crear certezas es algo que la esperanza nunca hará por ti, por eso si alguien tiene que morir que sea ella. De otra manera se va por la vida con Pelafustanes que hablan en diminutivo, piensan en diminutivo y se comportan en diminutivo.
Nada llega a nuestra vida sin invitación, no obstante la desintivitación es totalmente a lugar ante un caso de este tipo, para evitar el ya conocido mantra de «y ¿todo para qué?»
¡Bonito fiiiiiiiiin!
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