Es bien bonito que le dediquen a un@ alguna canción, sin duda es uno de esos detalles que matan sobre todo si la lírica del cantor es casi un himno al suicidio.
Hace tiempo publiqué en esta misma columna la importancia que tiene la música y sus efectos como recién reciclado. Les conté cómo superé el proceso de separación gracias al reguetón. Así es, ese ritmo urbano me sacó del llanto más de una vez mientras caminaba con mis depresivas reflexiones a cuestas. Incluso creé una lista en 2018 llamada «Pasos» a la que le siguió «Nuevos pasos» en 2019. Sin embargo cuando se llegue a la hora de analizar a conciencia aquello que cantaba desgañotadamente y con el corazón saliéndome por la boca reparé en que no eran más que creencias estúpidas musicalizadas (muy bello y con muy buen ritmo, eso sí).
Analicé con mucho cuidado aquello de romantizar la pobreza. Es decir, aquellas canciones escritas en su mayoría por hombres en las que nos ponen a las mujeres como interesadas malditas. Aquellas canciones donde los hombres nos confiesan su amor (e intenciones sexuales) y además nos dicen que pues #cerovaro. Donde muy bonito, muy poético nos reclaman que los dejamos por buscar nuestro bienestar porque no aguantamos que sean unos inútiles buenos para nada. Aquellas donde las mismas mujeres glorifican los roles arquetípicos de los sexos.
Hoy en día muchos famosos e infames se atreven a decir que las letras del reguetón son una verdadera ofensa a los valores, al honor y bla bla bla, pero esos mismos famosos e infames se olvidan que también han cantado y coreado horrores musicales que solo propician la pobre mentalidad tanto del amor como la de la mediocridad. Veamos.
Buenos días amor de José José donde muy poéticamente cuenta como se la cogió dormida.
Voy a llenarte toda de José José igual a encuérateme pero en chinga porque ando que ardo.
Cuando vayas conmigo de José José un himno a la inseguridad masculina, oda a los celos sin razón, sonata a la violencia sicológica disfrazados de poema.
Where All The Cowboys Gone? de Paula Cole básicamente dice yo lavo (ella) tú pagas (él) y eso es ser hombre: ¿Pagar?
Vida de rico de Camilo donde expone que no le alcanza el dinero pero la quiere mucho y ahí se arreglan con lo que hay.
Lepo, Lepo de Psirico, esta rola es brasileña, así es en todas las lenguas se fomenta la pobreza, y corea que el tipo no tiene auto, no tiene techo, pero eso sí la cosa del truco sexual le sale al dedillo.
No tengo dinero de la comadre Juan Gabriel, él ya muy seguro le dice a la muchacha (¿muchacha? ) que no tiene dinero, ni nada que dar, lo único que tiene es amor para dar si lo queire, bien, si no next. Y yo pregunto ¿quién de los lectores paga la renta o el súper con amor?
La incondicional de Luis Miguel donde a las mujeres se nos sugiere aspirar a ser las taradas de un sujeto que efectivamente no fue, ni será nada, pero nos recuerda con cariño.
Y así como esas miles en distintos idiomas. Mucho se ha criticado el uso del lenguaje inclusivo. El uso de las terminaciones con «E» para evitar el sexismo de los términos; sin embargo guste o no el lenguaje es un elemento vivo que evoluciona y seguirá evolucionando, ya Orwell lo vaticinó con 1984; sin embargo el tema acá no es convertirnos en lingüistas especializados o roñosos del lenguaje, sino analizar realmente eso que vamos coreando, eso que vamos dejando como herencia y/o tradición, ¿escuchamos realmente lo que cantamos, lo que dedicamos y nos dedican? ¿lo entendemos?
En alguna ocasión un pretendejo* por ahí me dedicó la incondicional, antes de mandarlo a La Dimensión de los Calcetines que es algo así como la chingada, le pregunté por qué me dedicaba esa canción, resulta que él nomás escuchaba que ella (la incondicional) es bella y leal, ¡TOIN! O sea, gracias, pero no, muchacho, yo ni soy incondicional, ni quiero serlo y mucho menos quiero que en esta era del internet y el acceso gratuito a la información alguien lo sea.
Con mi corazón en la mano (figuradamente obvio) les exhorto a que escuchemos lo que cantamos, lo que nos dedican y dedicamos porque no todo lo que suena bonito, es bonito. La pobreza monetaria habla más de la pobreza interna y sus ganas locas por mantener romantizado una sistema de creencias basado en la carencia disfrazado de amor donde las mujeres buscamos quien nos mantenga y los hombres a quien mandar y mantener. La masculinidad de los hombres no radica en pagarnos las cuentas, ni nuestra femineidad en usar minifalda y convertirnos en unas incondicionales nalgonas.
Dejemos atrás el amor pobre que casi siempre resulta en un pobre amor. La vida real, la de las cuentas por pagar no tiene nada que ver con novelas donde los ricos también lloran y los pobres también aman y aquello de contigo pan y cebolla ni rima, ni suma, ni creo que sepa bien.
Pretendejo* es el resultado de un pretendiente pendejo.
¡Bonito fiiiiiiiiin!
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