«No, amiga, no preguntes tanto, a los hombres no les gustan las preguntonas»
Eso me dijo una ex amiga una vez que le conté la razón por la cual había dejado de salir con sujeto y era ni más ni menos que no quiso responder algunas de mis preguntas. O sea tampoco lo interrogué tipo judicial, nomás quería saber ciertas cosas para tener claro qué rumbo tomaría esa relación.
Sé que lo hice sentir incómodo, sé que le resulté «una vieja complicada» de esas que piensa mucho las cosas y se clava. No negaré que sí me sentí mal de que no haya llamado otra vez, pero eso fue más por ego que porque realmente me interesara el hombre.
Si algo aprendí de mi matrimonio fue que hacer preguntas incómodas que conduzcan a conversaciones incómodas evitará un futuro súper incómodo. Por ejemplo, cuando conocí al Sr. H jamás me cuestioné si qué tipo de relación tenía con su mamá, que si le olían los pies, que si qué comía, qué cómo le funcionaba el intestino, cómo dormía o si roncaba. Nuestras primeras noches juntos como novios yo no batallé porque mientras yo dormía plácidamente, él la pasaba en vela para no pedorrearse, roncar y demás atrocidades que descubrí ya en nuestro lecho matrimonial.
La primera noche que lo escuché roncar me quedé impactada y en vela, se habían invertido los papeles. Al otro día de mi shock le pregunté «Oye, ¿por qué no me dijiste que roncabas?» Y muy orondo me respondió «Tú no me preguntaste» ¡BOOM, BITCH! Como casi siempre pasa el pedo termina siendo de una. Ese día entendí que ya era tarde para muchas cosas que había descubierto, pero no tanto como para averiguar las que podía evitar/evadir al merito estilo de los Almada en sus pelis de vaqueros narcos.
En estos tres años en el mercado de la soltería me queda claro que es mejor la incomodidad de un momento a vivir con la esperanza de acostumbrarse a ella con el baboso estandarte de que el amor lo puede todo. El amor es una cosa, y la estupidez disfrazada de amor es otra.
El cuestionarse una o trescientas cosas en relación a la persona con quien estás compartiendo el recurso más valioso: tu tiempo. Entonces es totalmente válido, necesario y hasta obligatorio que cuestiones todo aquello que para ti es importante para continuar la relación. Eso sí, tampoco se trata de potenciar las cosas, pero sí saber, tener certeza y conciencia de dónde te estás metiendo o donde estás metido.
Y que te valga una pura y dos con sal si por preguntar te califican de intens@ y no te vuelven a llamar, mejor intens@ que mens@.
¡Bonito fiiiiiiiiin!
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