Identidad se define como la conciencia que una persona o colectividad tiene de ser ella misma, distinta a las demás. Mucho tiempo me pregunté ¿quién era?, ¿qué quería?, ¿qué rayos estaba haciendo con mi vida?
Desde niñas nos enseñan a creer en todo menos en la grandeza de nosotras mismas. Nos enseñan a creer que existe Santa Claus, los Reyes Magos, el Ratón de los dientes, en el amor a primera vista, a que necesitamos tener una pareja e hijos. Todo esto a una edad determinada, porque si no, es como si nos echáramos a perder, como leche orgánica.
Afortunadamente son cada vez más los mensajes sociales de independencia femenina. Con esto quiero decir, que como mujeres nos asumamos dueñas y señoras de nosotras mismas en todo lo que se refiere a nuestra identidad. Es identidad distinta a la masculina no mayor, no menor y aquí quiero ser bien clara. Ser femenina o feminista no es igual a odio o rechazo a lo masculino. Al contrario, es asumir y apropiarse del valor femenino que contiene nuestro género en sí mismo, no basado en ningún color como estandarte ni en roles ya establecidos.
Nos educan para ser elegidas tipo prendas de aparador e incluso las mismas mujeres fomentan la femineidad a través del quehacer doméstico, la cocina, la uña larga, pestaña rizada organizando campañas de odio y rabia contra la orzuela con el acondicionador como estandarte. O sea está bien cuidarnos y vernos bien, sentirnos bien en la superficie, pero eso no es todo en nuestro género, no es lo más importante en el mundo mismo.
Hoy me gustaría que todas pudiéramos asumirnos como diosas. No de esas que se ven bonitas, sonrientes y nalgonas (porque ahora ser nalgón es tipo virtud o soft skill digna de CV) sino de esas que se asumen con todo su poder de decisión. De esas que confían en sí mismas y deciden descreer, que se apropian de todo lo que han logrado por mérito propio a pesar de sí mismas.
Diosas asumidas en la diferencia de su identidad. Diosas que se eligen a sí mismas por encima de cualquier otro paradigma social. Que no esperen ser salvadas o elegidas. Ambiciosas. Diosas con un cielo propio para crear lo que les dé la gana. Que confíen en sus aciertos y sus errores forman parte de su experiencia. Diosas de risa sonora y lágrimas cascadas. De una revolución propia. Diosas de sus finanzas. Diosas con una habitación propia. De esas a las que ni la edad, ni la talla, ni el estado civil, ni su color de piel no las defina. Diosas dueñas de su salud mental, emocional y física.
Diosas propias.
Amén.
¡Bonito fiiiiiiiiin!
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