En la Selva Corporativa, hay un ente supremo que define jerarquías, decide destinos y, sin piedad alguna, devora horas de vida: Excel.
Es el depredador alfa del ecosistema de oficina, una bestia indomable que puede hacerte sentir como un genio o reducirte a la nada en un solo clic.
No hay amor por Excel, solo necesidad. Si el mundo corporativo es un circo, Excel es el truco de chango que todos debemos aprender, nos guste o no. He reído, he llorado, he sentido el desamparo de ver una tabla dinámica colapsar minutos antes de una entrega. Mi contacto con Excel ha sido traumático, como el de tantos otros que han visto su cordura tambalearse ante el misterioso “#VALUE!” (o como yo lo llamo, “VALUE madres”).
Pero hay errores peores. Está el temido “#REF!“, que es como oler un pedo apestoso en pleno ascensor: inesperado, inevitable y perturbador. El “#NAME!“, que es el equivalente a que te pregunten algo en una junta y no tengas ni puta idea de qué responder. El “#NULL!“, que te recuerda lo vacío que está tu corazón cada vez que intentas entender una macro. El “#NUM!“, que suena a grito de auxilio en clave morse. El “#N/A“, que es el Excel diciéndote “ni me molesté en buscar la respuesta”. Y por supuesto, los benditos “#####“, que son como los puntos suspensivos de la desesperación: “Tienes información, pero no te la voy a mostrar, chinga tu madre”.
Hay quienes han aprendido a domarlo, los llamados “gurús del Excel”, que lanzan fórmulas con la destreza de un guerrero lanzando dardos envenenados. Ellos caminan entre nosotros, altivos, convencidos de su superioridad, porque dominan los misterios de las tablas dinámicas y las macros.
Pero para el resto de los mortales, Excel es un campo minado donde un “#DIV/0!” puede provocar un paro cardíaco y una celda fusionada en el lugar equivocado puede alterar el equilibrio del universo.
El verdadero terror llega cuando te piden que hagas “un reporte sencillo en Excel”. Como si eso existiera. Un “reporte sencillo” es un eufemismo de “te vas a pasar el día intentando que una fórmula no explote y al final lo vas a terminar haciendo manual porque nada cuadra”. Y ni hablar de cuando alguien toca la hoja de cálculo compartida: sólo el caos y la destrucción pueden seguir a tal osadía.
Pero si hay un momento de desesperación máxima, es el cierre de mes. Esa fase donde te pasan como 5,983,453,475 archivos y te dicen a la ligera “solo cruza la información”. WHAT. KHA. Nivel terror desbloqueado.
Con ustedes, el verdugo final: VLOOKUP. Esa fórmula infernal que, si no estás concentrado al 200%, es la ruleta rusa del análisis de datos: o te sale bien o te revienta en la cara.
Excel no discrimina. Desde becarios hasta directores, todos han sido víctimas de su cruel destino. Sus exigencias son inquebrantables y su lógica, inescrutable. No importa si pasaste ocho horas afinando una tabla perfecta, Excel siempre encontrará una manera de colapsar justo antes de la entrega.
Pero hay algo peor que el propio Excel: la gente que dice que “Excel es fácil”. Esos son los verdaderos depredadores. Con su condescendencia y sus “sólo pon una fórmula aquí”, te hacen dudar de tu inteligencia, de tu valor, de tu lugar en el cosmos. Para todos ellos hay un lugar reservado en el infierno.
Y así seguimos, luchando día a día en esta Selva Corporativa donde Excel reina supremo, con la esperanza de que algún día un botón de “hacer todo por mí” (cof, cof, GPT, cof, cof) nos libere de nuestra miseria.
Hasta entonces, a sobrevivir.
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