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El aguinaldo: ilusión óptica en la nómina

  • Nancy Oviedo
  • diciembre 5, 2025
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El aguinaldo llega con bombo y platillo… y se va en renta, deudas y la tanda de la tía. RH lo vende como “beneficio”, cuando en realidad es un derecho disfrazado de regalo.

En la Selva Corporativa, vulgarmente conocida como empleo o “buen trabajo”, si lo decora Recursos Humanos, hay ciertos placeres disfrazados de milagros. Uno de ellos es el famosísimo aguinaldo, ese tesorito que brilla al final del arcoíris fiscal.

Diciembre en México es una película de fantasía. A mitad del mes, la oficina vibra con una euforia colectiva casi religiosa. La gente camina con otro aire, los grupos de WhatsApp reviven, y de pronto hasta el contador parece buena persona. RH anuncia el aguinaldo como si fueran los Reyes Magos llegando con incienso, oro, mirra todo contenido en un PowerPoint motivacional.

Peeeero la realidad es que ese “regalo” aparece en tu cuenta un viernes y para el lunes ya figura en la lista de víctimas de desaparición financiera. El milagro navideño desaparece más rápido que las galletas en la sala de juntas.

Porque el aguinaldo no llega, sino que aterriza directo en la boca del lobo. La renta, la tarjeta, la tanda de la tía Chuchita, el préstamo bancario con intereses de sicario y, por supuesto, el gustito de supermercado para “disfrutar lo tuyo”. Dos labiales en oferta, una caja de chocolates genéricos y la absurda idea de que “me lo merezco”.

Y mientras tanto, RH sigue montando el musical. Boletines con glitter, gifs de Santa, frases tipo: “En esta empresa valoramos tu esfuerzo, disfruta tu aguinaldo.” Gracias, RH, pero disfrutarlo sería poder gastarlo en algo que no huela a deuda o a supervivencia.

Y ahí empieza el autoengaño colectivo.
— “¡Ya cayó el aguinaldo, perros!”
— “Me voy a consentir, este año sí.”
Corte A: todos llorando la cuesta de enero, abrazando su cuenta en ceros, perseguidos por los estados de cuenta como si fueran ex tóxicos con memoria de elefante.

El aguinaldo dura lo que una promesa de junta corta. El primero para pagar, el segundo para fantasear, el tercero para asumir la tragedia. Y siempre hay un compañero iluminado que suelta su frase de autoayuda que nadie pidió — “El secreto está en ahorrar el aguinaldo.”

Claro, porque él vive gratis, no tiene hijos, ni suegra, ni inflación, conciencia o sentido común. Para el resto de los mortales, ahorrar el aguinaldo es tan viable como que RH deje de pedirte encuestas de clima laboral.

El aguinaldo no es un premio es una ilusión óptica en la nómina, una coreografía perfecta entre ilusión y manipulación. Un truco contable que te hace creer que vales lo que trabajas, hasta que te das cuenta de que ni eso te alcanza. Te hacen creer que te están dando algo extra, cuando en realidad solo te devuelven una parte mínima de lo que ya generaste. Es la zanahoria corporativa del año: brilla, huele a justicia, pero cuelga lo justo para mantenerte corriendo un año más.

Y aun así, cada año, cuando cae el depósito, todos sonreímos igual, como si esta vez fuera distinto. No lo es.

El sistema lo sabe, RH lo sabe… y tú también. Solo que sonríes, brindas con Bacardí y finges que el milagro existe, porque admitir lo contrario sería aceptar que, en esta selva, el verdadero aguinaldo lo cobra la empresa por adelantado: en tus ilusiones. Porque en esta selva, aprendimos a confundir recompensa con resignación y a agradecer lo que deberíamos exigir.

→ Próximamente: Las posadas decembrinas: karaoke, piñata y vergüenza ajena.

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Nancy Oviedo

Nancy Oviedo, cronista de la Selva Corporativa y eterna becaria en rehabilitación. Escritora por vocación, godín por resistencia y sobreviviente profesional de juntas eternas, macros imposibles y cafés que saben a rencor. Amante de los gatos, de los cursos innecesarios con certificado y del arte de parecer ocupada mientras busca memes para no llorar. Si fuera un superhéroe, sería Ctrl+Z Woman, porque todo en la vida merece deshacerse al menos una vez.   Es también escritora de la columna Soltera Reciclada (2020 - 2022).

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