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Reconocimientos de fin de año: diplomas, placas y aplausos falsos

  • Nancy Oviedo
  • diciembre 19, 2025
  • 2 minute read
reconocimientos de fin de año
Ilustración: AI + Nancy Oviedo + Ana Volta.
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Llega diciembre y, con él, la temporada de los reconocimientos. Este evento anual donde la empresa simula gratitud imprime diplomas con Comic Sans y reparte aplausos como si sirvieran para pagar la terapia pendiente.

RH lo anuncia como “la ceremonia para reconocer el esfuerzo de todos”, pero en realidad es un capítulo más del reality que nadie pidió: “Quién fingirá entusiasmo esta vez”.

El formato es siempre el mismo. Un salón sin ventilación, café tibio, sillas plegables y una bocina que suena como si hablara desde el más allá. El jefe abre el evento con su discurso motivacional de siempre: “Gracias a ustedes, este año superamos grandes retos”. Y todos asienten, como si no hubieran sido esos retos los que los dejaron al borde del colapso.

Empiezan los premios: “Empleado del mes”, “Colaborador del año”, “Espíritu de equipo”. Títulos grandiosos para recompensas simbólicas: una placa de acrílico, una taza con tu nombre mal escrito o, con suerte, un cupón para el cine que no cubre ni las palomitas.

Y claro, ahí están los falsos aplausos. Esos aplausos que suenan igual que una junta de seguimiento: largos, obligados, sin emoción. Nadie aplaude porque admire al galardonado en cuestión; aplauden porque ya quieren que esto se acabe.

El ganador sonríe, sube al escenario, posa con su diploma y da las gracias o en el peor/mejor de los caos, todo depende como se mire ¡LLORA! Y ya eso es el acabose del drama corporativo, ahí se sabe quién es el más grande hipócrita y falso del congal oficinesco y claro siempre hay fotos porque todo sirve para LinkedIn. 

Los reconocimientos de fin de año no celebran el mérito; celebran la obediencia. Premian al que nunca dice que no, al que aplaude en todas las reuniones, al que se sabe todas las frases motivacionales del manual. Son medallas de docilidad con marco dorado.

Y si creías que The Office exageraba con los Dundies, piénsalo dos veces. Esa parodia del jefe patético repartiendo premios ridículos, “La sonrisa más brillante”, “El que más café toma”, “La mejor actitud al fallar” dejó de ser comedia hace años y se convirtió en modelo de reconocimiento global. Solo cambia el idioma del diploma y el logo de Dunder Mifflin por el de tu empresa, el guion es el mismo.

Cada diciembre, los corporativos recrean los Dundies con presupuesto limitado y cero autocríticas. La diferencia es que Michael Scott al menos lo hacía con ilusión; aquí lo hacen con KPI truqueados.

Y el premio más grande (el más codiciado) no tiene nombre grabado, sino promesa vacía: “Este reconocimiento no viene con aumento, pero viene del corazón” ¡Ajá! Del corazón contable, que ya cerró presupuesto en octubre.

Al final, todos vuelven a su escritorio con la sensación de haber asistido a una misa sin fe, aplausos, palabras bonitas y cero transformaciones. La empresa lo llama gratitud. Tú lo llamas martes.

En la selva corporativa, el verdadero reconocimiento no se imprime, se cobra y los premios no motivan, sino que normalizan la explotación con cinta dorada y foto para intranet.

→ Próximamente: Año nuevo corporativo: los mismos objetivos, ahora en PowerPoint.

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Nancy Oviedo

Nancy Oviedo, cronista de la Selva Corporativa y eterna becaria en rehabilitación. Escritora por vocación, godín por resistencia y sobreviviente profesional de juntas eternas, macros imposibles y cafés que saben a rencor. Amante de los gatos, de los cursos innecesarios con certificado y del arte de parecer ocupada mientras busca memes para no llorar. Si fuera un superhéroe, sería Ctrl+Z Woman, porque todo en la vida merece deshacerse al menos una vez.   Es también escritora de la columna Soltera Reciclada (2020 - 2022).

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