Siempre me ha gustado viajar, será porque he vivido en diferentes partes del país, y un reducido tiempo en E.U.A. Casi siempre viajaba a los mismos lugares, visitaba y viajaba con familiares. Hasta hace un año que hice mi primer viaje en “forma” al número uno de mi lista de lugares por conocer: Xilitla.
Viajé con amigas en un tour, desde ese momento me dije: “Nada me impediría viajar y conocer lo que yo quiera conocer”. Tengo un trabajo de planta, 8 horas diarias; 5 días a la semana; 12 días de vacaciones al año; suena poco tiempo libre para lo mucho que me gusta viajar, pero me las he arreglado.
El año pasado algo me hizo replantear todo lo que quiero hacer en mi vida a corto y/o largo plazo, fue un momento en el que me sentí capaz de hacer que las cosas pasen, la epifanía se presentó así:
Desde que el 2014 estaba por cerrar comencé por tomar decisiones que beneficiarían (eso creo) mi vida y dije que el 2015 sería el año del arte y viaje. De repente muchas telarañas mentales se dispersaron. Y ya que iba de corrido, llegó la oportunidad de ir a otro de mis top list para visitar: Nueva York.
Éste año se me cumplió el sueño, sin planearlo demasiado, algo precipitado a como lo había imaginado, aun cuando hubo ciertos contratiempos, este viaje espontáneo salió mejor de lo que pensé, dándome tantísimos panoramas.
El viaje quitó un tapón en mi cerebro, mi percepción de vivir la vida. Antes de este viaje me pesaban mis nuevos treintayquivole años, hoy me siento renovada, fresca al saber que hay un mundo afuera con otros estigmas, con otras formas de vivir la vida. La vida no solo se limita a la ciudad donde vives, la vida es todo aquello que quieres hacer y conocer.
Creo que quien gusta de crear, el que vive experiencias externas tiene más que dar para transformarlas en creaciones de cualquier tipo, así es nuestra psique se retroalimenta del exterior y crea nuevas conexiones en el interior. Entre más vemos, olemos, saboreamos, oímos, sentimos y tocamos, nuestro interior se enriquece y tenemos muchísimo más para ofrecer.
Nuestro cerebro es otro universo que requiere de estímulos para estar vivo, y el mío quiere expandirse. En ese fluir de conexiones neuronales creadas al tener contacto con el exterior es donde encuentro la divinidad tan humana y real. Yo no sé si a todos les sirva viajar, quizá no todos experimentamos igual las vivencias, allí esta Woody Allen que odia viajar y salir, sin embargo es un genio en sus obras.
Aunque a veces parece demasiado mundo e inalcanzable, una vez que das el salto este te lleva a todas partes.