En la Selva Corporativa, hay herramientas que pueden impulsarte al éxito o robarte el alma lentamente bajo las luces frías de la oficina. Y entre todas ellas, ninguna es tan traicionera como PowerPoint.
No es solo una aplicación, es un arma de manipulación masiva en juntas, un pantano de datos irrelevantes y el verdugo de tu juventud.
PowerPoint es el falso amigo de la oficina. A diferencia de Excel, que desde el principio se muestra como el patán que es, seco, rudo e implacable, PowerPoint te engaña con su apariencia amigable. Te seduce con sus colores, sus transiciones suaves y su promesa de hacerte quedar bien en cualquier presentación. “Sígueme”, te dice, “será fácil, será bonito, será ejecutivo”. Pero noooo, oh no.
Tras esos miles de iconos aparentemente divertidos, esconde una trampa mortal que te hará perder horas alineando cuadros de texto y ajustando imágenes que nunca quedan exactamente donde quieres.
PowerPoint no se usa para comunicar, sino para confundir.
Y, así como en la vida “normal” la gente dice que le gusta una película por la foto sin saber de foto, en la oficina todo mundo dice que es visual porque asumen que los hace ver más listos, más especiales. Pero ni son visuales, ni saben qué es ser visual, ni tienen idea de las otras habilidades de aprendizaje, pero les mama decir “soy visual”.
Y no olvidemos las diapositivas con frases de grandes personalidades históricas, estratégicamente parafraseadas a conveniencia por pequeños personajes sin mayor relevancia que su título nobiliario de oficina, viajando en el mismo camión que el señor de intendencia. Ahí están esas diapositivas llenas de datos que nadie leerá, gráficas que ni el que las hizo entiende, y bullets que podrían haberse resumido en dos frases. Pero no, el formato exige PPT porque sin diapositivas, la información no es “real”.
Y luego llega la peor de las maldiciones: “Dale formato”.
No importa cuán claro sea el contenido, siempre habrá un gerente pidiendo que “hazlo ejecutivo”. ¿Qué significa “ejecutivo”? Nadie lo sabe. Pero tú, que estás al final de la cadena alimenticia, tendrás que descubrirlo mientras alineas cajas de texto con la precisión de un neurocirujano. Y cuando finalmente lo logras, el gerente te pide cambios de último minuto porque “se lo acaban de pedir a él también”. ¡MENTIRAAAAAA!
También está la obsesion por las transiciones y animaciones innecesarias. Porque, aparentemente, si la gráfica no entra en espiral con efecto de desvanecimiento, el mensaje no se entiende. Y así, pasas horas perfeccionando una presentación que nadie mirará con atención, porque al final lo importante no es el contenido, sino que la diapositiva tenga “impacto”.
Seamos honestos, PowerPoint es la abuelita de las herramientas de presentación: anticuada, algo torpe y con demasiados adornos innecesarios, pero “gratis” con Windows y hay que aceptarlo, como un destino inevitable en la vida godín. Porque en esta selva corporativa, PPT es solo otro símbolo más de poder.
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