Archivo confidencial: Cursos que no enseñan nada.
En la Selva Corporativa hay un depredador disfrazado de aliado: la nunca bien ponderada capacitación, o tranining si se quiere sonar cool. Esos cursos, e-learnings y webinars que, según la empresa, “nos harán crecer profesionalmente” y que no son otra cosa que inversión de horas valiosas de productividad tiradas como pañuelos sucios a la basura, mirando PowerPoints con cliparts de años anteriores o, ya más modernos, animaciones coloridas que parecen diseñadas por un sobrino en vacaciones.
Y los quizzes… ay, los quizzes. Obras maestras de la pedagogía inversa.
“Si te caes en home office, ¿qué haces?
a) Te levantas
b) Te quedas tirado
c) Llamas al 911”
Por dios, son exámenes de tarados que al final arrojan un diploma digital que básicamente dice: “ok, no eres un imbécil total”.
La capacitación es como esos rompecabezas de regalo en las piñatas: piezas chiquitas, colores raros, y al final te das cuenta que falta una parte importante. Pero igual te aplauden porque intentaste armarlo.
Y si hablamos de surrealismo corporativo, nada supera las capacitaciones de seguridad.
Ahí estás, viendo un video con un actor sonriente que dice: “En caso de incendio, conserve la calma, siga las instrucciones del brigadista y camine en fila hacia la salida de emergencia”.
La realidad es que el brigadista está más perdido que el resto y la salida de emergencia está bloqueada por cajas de archivo muerto y lo único que camina en fila es el humo, directo a tus pulmones.
La capacitación en seguridad es como aprender a nadar viendo un PowerPoint muy sonrientes frente a la pantalla, pero a la hora de la hora nadie sabe flotar cuando se hunde el barco.
En un ejercicio de honestidad y algo de criterio (no mucho, no vaya a ser), ¿de qué sirve certificarse en el uso de la intranet de la empresa cuando en el mundo real a nadie le importa? Afuera, ese conocimiento vale lo mismo que un curso intensivo de cómo usar la cafetera de la sala de juntas.
Pero dentro, oh, dentro, es oro puro para Recursos Humanos, que necesita demostrar que invierte en ti con un “diploma digital” que jamás volverás a abrir. Diploma que, por cierto, llega en PDF con contraseña y nombre mal escrito: “Felicidades, Nanci Obideo” (historia real, he recibido tantos diplomas mal escritos). Esos diplomas son como las estampitas que daban en catecismo que brillan dos segundos, tu mamá las guarda, y después nadie vuelve a hablar del tema.
Lo más tragicómico es que ni los gerentes cumplen lo que predican.
Ahí los tienes, firmando políticas de compliance con una mano y, con la otra, consintiendo que alguien venda merch de la empresa por debajo del agua… con la única condición de que “no salga en fotos oficiales, chicos” o inflando las métricas para llegar al número del mes y posteriormente reversando dichas ventas.
Entonces, ¿para qué sirven estas capacitaciones? Básicamente para justificar la existencia y el presupuesto de RH y para que la compañía aparezca en rankings de “Las mejores empresas para trabajar”. Rankings que, dicho sea de paso, son como esos concursos de “mejor tamal de la feria” porque se sabe que no son reales porque la nómina llegó tarde, las normas de seguridad se fueron de vacaciones y el trato digno es como el minotauro de Creta del que todo mundo habla, pero nadie ha visto, sin embargo, alguien los patrocina y todos aplauden como si hubiera oro adentro de la hoja de maíz.
Y claro, si se atreve a cuestionar, siempre habrá alguien con voz engolada que diga: “Todo suma a tu desarrollo profesional”, pero la realidad es que suma al desarrollo de la empresa y ok uno está ahí para ese objetivo lo que es molesto es esa farsa porque en todo caso si la empresa se preocupa por tu desarrollo implementa herramientas no sólo útiles sino universales que sirvan dentro y fuera de la realidad laboral, pero lo único que suma es el conteo de horas desperdiciadas viendo un video mal doblado donde un actor sonriente explica cómo reportar incidentes de seguridad… que la mitad de la oficina ignora mientras almuerza con el micro abierto.
La verdad sea dicha en esta jungla, la capacitación no capacita. Entretiene, archiva y da material para memes internos. Un show más de la gran farsa godín, digno de un documental traumático de Netflix, narrado por Morgan Freeman pero con presupuesto de una empresa que sigue utilizando Excel como su herramienta estrella.
→ Próximamente: El humor como vía de catarsis para lo absurdo de la cultura laboral.