Oficio urgente: Tiempo perdido sin derecho a reembolso.
En la Selva Corporativa, el tiempo es una moneda… pero con tipo de cambio variable. El tuyo vale centavos, el de los gerentes se cotiza en lingotes de oro.
Porque claro, si no responden tu mail es porque “reciben muchos correos al día”. Pobrecitos, sus dedos no dan para tanto. Tú, en cambio, sí tienes que leer hasta las cadenas de cumpleaños del chat corporativo.
Y cuando te dejan plantado en una reunión, se entiende: “soy gerente, me surgió algo importante”. Pero si eres tú el que llega cinco minutos tarde, la mirada inquisidora que recibes podría derretir el Excel de la pantalla.
Algunos incluso se autoproclaman con superpoderes: “hago lectura veloz”, dicen, pero nunca abren un correo tuyo. Y el greatest hit “puedo hacer muchas cosas al mismo tiempo”. Claro… científicamente falso y, en la práctica, peor. No pueden ni encontrar la A en el teclado, se les traba el equipo, le gritan a “alguien” que entre al rescate, no saben de qué están hablando, no ubica el correo que acaba de enviar y no saben distinguir entre una licencia y una membresía para usar ChatGPT. Multitasking, le dicen; caos con branding en acción es lo que es. La otra joya “tengo memoria visual”. Memoria visual, pero con lentes de fondo de botella y sin recordar lo que se decidió hace dos juntas. Hay miles: gerentes que confunden trucos de curso barato de PNL con cualidades de liderazgo.
Lo curioso es cómo convierten su falta de respeto en discurso motivacional: “recuerden que todos somos humanos”. Sí, humano con jerarquías. Ellos se equivocan y es “un aprendizaje”, tú te equivocas y es “falta de compromiso”.
La falta de respeto al tiempo atraviesa todo: entrevistas de trabajo que nunca suceden, reuniones canceladas cuando ya estabas conectado, correos ignorados hasta que la crisis estalla. Pero si eres tú quien falla en la respuesta, ahí sí aparece el látigo del SLA.
En la selva corporativa, el respeto al tiempo es la primera presa en caer. Y mientras la gerencia sigue llamando “humano” a su desorden, los demás seguimos desmañanados, plantados y mal comidos.
Al final, su tiempo es billete. El nuestro, morralla.
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