La cantante veracruzana se ha posicionado ya como bandera de muchas ideologías: el apoyo a la música local, el homenaje a los músicos populares de décadas atrás, y la búsqueda personal de una voz honesta y auténtica.
A lo largo de su trayectoria musical, Natalia Lafourcade ha mutado múltiples veces, ha colaborado con un manojo de músicos de diferentes géneros, y se ha ido descubriendo a ella misma de igual forma como se construye con la música y con sus fans. Desde que en el 2002 lanzó su primer disco, homónimo, impactó con sus videos y letras extravagantes.
Ahora, una Natalia más madura musicalmente, con un viaje y obras que exploran la reflexión y la introspección de una voz propia, fue la que se presentó este viernes en el Teatro Diana. Natalia ya ha dejado claro que Guadalajara tiene un lugar especial en su corazón, con un grupo de fans que la vio crecer y que la ha apoyado en más de una década de carrera.
El teatro se fue llenando desde media hora antes de la hora de inicio con la ilusión de ver a quien ha crecido con ellos: una música más humana y simple, que busca darle un giro a las problemáticas cotidianas para así verlas con una sonrisa y unos buenos acordes.
La iluminación comenzó con azules y rojos que daban una sensación de estar viendo un atardecer, en donde se definían claramente las siluetas de los ocho músicos en escena, que se distribuían en grupos separados como islas en un océano.
Natalia no contuvo sus ganas de bailar y disfrutar la noche con un teatro lleno por completo; moviéndose con delicadeza y floreciendo desde sus manos y pies, soltando toda esa vida con su voz que hizo eco en las gargantas de los fanáticos. No tardó mucho en sonar la canción que abandera esta gira, nombrada como el disco, Hasta la Raíz conmovió a quienes la cantaron al mismo son: una canción que crea empatía con los que viven lejos de sus hogares, que se encuentran separados de sus seres queridos o quien anhela algo lejano, que sabe que lo marcó para siempre.
Mientras un rizoma se proyectaba, estático, la emoción y conexión de los músicos con la gente del otro lado del escenario crecía: ese árbol se trasplantaba de una puesta audiovisual a los corazones de los asistentes.
El repertorio tocó un abanico de canciones, haciendo un recuento de los más de 14 años que se ha escuchado a Natalia Lafourcade. Hubieron canciones de sus últimos trabajos, como Lo que Construimos, El Amor Acaba y Nunca es Suficiente. Sin embargo, también se tocaron las más alegres y excéntricas canciones con las que inició esta travesía, como Pato, Ella es Bonita, y En el 2000.
Es rescatable que alguien con tanta convocatoria como la que ha ido creando Natalia Lafourcade, haga un llamado a sentimientos esenciales y necesarios, como la compasión y solidaridad, que buscan unir más que separar.