Qué lejano está aquel agosto del 69 cuando el Festival Woodstock puso la primera piedra de lo que serían los festivales modernos, donde lo único que se necesitaba era tener un río a un lado para que los hippies se refrescaran entre banda y banda
Pero ahora a casi 40 años de este icónico festival, podemos decir que acudir a estas presentaciones se ha convertido en un estilo de vida. Qué empieza desde cazar los mejores line-up, estar al pendiente de las promociones para los boletos, pensar en la vestimenta DESDE MESES ANTES, hasta documentar cada aspecto. Y por supuesto la tecnología en los festivales ha cambiado también.
Por: Joanna Rubio, @joy_cartulinas
Ir a un festival de música siempre ha sido un ritual, pero ahora es una extravaganza tecnológica
Para mostrar esta evolución digna de una película distópica, quiero que piensen en el primer festival al que fueron. El mío, por ejemplo al Vive Latino del 2009. Ahora compárenlo con su más reciente festival. (Si el último al que fueron fue hace más de 5 años no cuenta la comparación).
Para ese Vive Latino lo más espectacular fue el juego de luz y sonido de Nortec. Que déjenme decirles, solo eran láseres que me volaron la mente “wooow no manches láseres, me siento como en un vídeo de Cher”.
Antes lo único que se le pedía a los festivales era que se escuchara bien. Que las bandas tocaran a tiempo, y que si no era ya mucha molestia pusieran más de 5 baños y una sombrita pa descansar.
Pero ahora, la cultura de la selfie (adoración al yo), las drogas cada vez más potentes, y la música cada vez más eléctrica, han obligado a los organizadores de los festivales a idear experiencias que deleiten a nuestros sentidos y que nos garanticen una foto con más de 100 corazones.
La tecnología en los festivales va mucho más allá que las pulseritas para evitar el efectivo. Comienza desde el momento en que entras y te das cuenta que el terreno está delimitado con hologramas tornasol sobre los árboles, por ejemplo.
Somos testigos de la revolución industrial 4.0 en la industria de los conciertos
Acudir al Ceremonia, al Corona, al Roxy, al Pal Norte, al Dreamfields, a los festivales internacionales (sorry yo nunca he ido porque soy hija del pueblo), es buscar una experiencia completa que nos haga sentir fuera de la cotidianidad.
Que la banda toque bien y empiece a tiempo es lo mínimo que puede ofrecer en un festival. Las bandas ahora construyen experiencias sensoriales, y compiten entre ellas para ver cuál es la que mejor logra explotar la tacha.
Pero no solo es la música la que nos reúne en un escenario. Es el show completo. Es lo que hace que te quedes o corras al siguiente escenario. Pero el festival en sí mismo, debe ofrecer estímulos sensoriales continuamente.
Es por eso que también buscan las propuestas musicales que aprovechen las novedades en tecnología en los festivales. Apex Twin, por ejemplo, utiliza drones que monitorean los rostros de los asistentes en tiempo real. Para luego deformarles el rostro y ofrecernos un espectáculo donde los espectadores se hacen protagonistas de las pantallas.
Los festivales son una muestra del futuro que ya está aquí. Lo mejor en tecnología para el ocio humano se nos presenta en compañía del mejor soundtrack, y sí, vale totalmente la entrada carísima.
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