Es posible que en un recinto pequeño albergue algo gigantesco. Eso lo dejó en claro Joe Sanders a su paso por el Teatro Vivian Bumenthal. Un concierto excepcional con músicos grandiosos de poco más de un hora y media del mejor jazz neoyorquino totalmente camaleónico, de tintes sofisticados hasta llevar a los asistentes al desenfreno total con las notas estridentes que evocaban la aquella asombrosa escena de Nueva Orleans de finales de los cincuenta.
Pasadas por 10 minutos las nueve de la noche salió Joe Sanders meneando las dreadlocks que le caracterizan, tomó su contrabajo y comenzó producir graves notas ante un público expectante con un impecable solo. Así poco a poco se iban sumando los asombrosos músicos que le acompañaban.
A la izquierda de Joe se encontraba Rodney Green, el baterista proveniente de Camden, Nueva Jersey que con una meticulosa técnica a base de una tarola, dos toms, un bombo, dos crash, un ride y un contra acentuaba las graves notas del bajo de Sanders.
A su derecha, un joven, como el propio Sanders se empecinó en llamarlo “the junior of the band”, Eden Ladin, un prodigio que desde los 16 resaltó en la escena neoyorkina y que ahora, a sus 27 años ha hecho un nombre propio debido a su herencia musical multicultural. Nacido en Brooklyn, pero criado en Tel Aviv, Israel, Ladin marcó el ritmo de la noche. Melancolía y desenfreno emanaba de las ocho octavas de su piano que recorrieron sus dedos a lo largo del concierto sin mayor reparo.
Delante de él se encontraba el hombre que arrancó gritos y aplausos, John Ellis, saxofonista que imprimía ritmo o nostalgia en el ambiente a placer, un músico de cepa, quien apenas tres años atrás compartiera escenario con John Patitucci, uno de los contrabajistas más emblemáticos de la diversa escena musical neoyorquina.
Así, estos tres músicos frontmaneados por Sanders le imprimieron emoción al pequeño recinto que albergaba a personas mojadas por la lluvia, que pese a la intempestiva tormenta de afuera no repararon en disfrutar del talento de los músicos que tenían enfrente.
En un ambiente de fiesta, Sanders hizo una pausa al pasar poco menos de una hora de show, se dio el momento de dar unas palabras por su colega jazzista, Ornette Coleman, el mítico músico que murió ese mismo día a la edad de 85 años.
“Hoy perdimos a uno de los mejores saxofonistas del Jazz y no hace mucho tiempo al mejor bajista”, refiriéndose a Charlie Haden, quien murió a los 76 años exactamente once meses antes; “la siguiente canción es para ellos y para todos los demás que aún viven dentro de nosotros”, al terminar con su discurso comenzó a tocar Afrocitric, un pieza que conjugaba de manera perfecta las caras rítmicas y melódicas con las estridentes que caracterizan a sus composiciones jazzísticas
Poco después el músico que se estrenaba como frontman en una gira completa decía adiós, sin embargo, debido a las peticiones de los asistentes volvieron a salir. Así fue como el músico que asombró a la crítica musical neoyorquina, incluyendo al crítico del New York Times, Ben Ratliff, llegó a Guadalajara, dejando en el infinito aquellas notas que asemejaron al Vivian Bumenthal a una pequeña caja musical.
Texto por Eduardo González
Fotografías de Miguel Arvizu para Ka Volta