Sueño y persigo a la libertad cómo prueba, quizá idea errónea, de que el destino no me controla (rá). Tal vez algún día descubra que mi destino es ser libre.
Ser libre para mí es –no- estar donde -no- quiero estar y lograr que mis sueños se cumplan.
Significa vivir y experimentar mis inquietudes, quitarme las ganas de hacerlas y principalmente, ser yo con todas sus implicaciones. Quiero ser, más, libre para realizar lo que anhelo y así depender menos de las cosas que me atan a que mis sueños no se cumplan.
En mi niñez soñaba con viajar y rodar por el mundo en un camper al lado de un hombre pelilargo, como Axl Rose, que seguramente para las creencias de mi infancia -y digo esto incluyendo a Axl y al pelilargo- él sería mi esposo, un amante del rock. Imaginaba que al ser adulta cambiaría el mundo. Hasta África fui a dar entre mis visiones futurísticas. En ese viaje al futuro llevaba comida, educación, agua y amor a mis hermanos africanos. Mis visiones infantiles al parecer nunca fueron estar en un lugar fijo, la mayoría implicaban viajar.
Mi familia solía cambiar de residencia a cada rato por cuestiones, por decirlo de alguna manera, personales, más de mi papá que de mi mamá. Por lo tanto para mí el cambio y adaptarme a situaciones nuevas no me es tan complicado, aunque en su momento sí lo parecía. Hoy me atrevo a decir que gracias a esto desarrollé una habilidad a no temer a ciertos cambios, hay veces que los provoco -acá entre nos algunos los enfrento con miedo-. Y en esa provocación de hacer lo que quiero llega la cruda realidad, y hacer lo que yo quiero, ser libre de actuar, tiene un peso y esto implica que la libertad tiene un costo.
La cruda, no fea, realidad
Mis papás me dieron muchas libertades, desde los 19 años no vivo con ellos. Nunca me prohibieron ser quien soy. No han estado de acuerdo con todas mis ideas o decisiones pero rara vez me prohibieron algo. Con esto quiero remarcar que la libertad que persigo se basa en la necesidad o necedad de continuar mi esencia y no porque haya tenido una ausencia de autonomía, al contrario por esto reconozco la sintomatología del síndrome de no ser1.
Desde que me gradué de la Universidad en Los Mochis, Sinaloa decidí venirme a vivir a Guadalajara por puro gusto y para vivir el sueño del adulto contemporáneo. Meses después de mi
llegada empecé a trabajar. Al principio no fue por necesidad, pues mis papás me apoyaban económicamente, sino por hacer lo que los adultos hacen, trabajar. En su momento fue un paso hacia la independencia económica, era lo que me ayudaba para seguir estando en Guadalajara.
Fue así como inicié, como la mayoría de los jóvenes adultos mexicanos, a vivir la cruda, insisto no fea, realidad. Trabajar mínimo 8 horas diarias, de lunes a viernes es mi principal actividad, en un trabajo donde no ejerzo mi carrera -Ciencias y Técnicas de la Comunicación-. Esté es el precio que pago por estar en Guadalajara, hasta hace unos meses un pago justo para tener un estilo de vida que en su momento era cómodo. Mi pago es permanecer en un trabajo más o menos bien pagado para las necesidades básicas de alguien que no prevé un futuro con prosperidad.
Ser libre cuesta
La libertad que he tenido en los últimos años me era útil para vivir con pocas responsabilidades, sin embargo, no siento que las metas que me he replanteado a futuro concuerden con mi actual estilo de vida. Es por esto que digo que como cuesta ser libre. Cambiar de rumbo no es fácil, implica dejar muchas cosas al igual que empezarlas. Me encuentro en un conflicto interno, porque al poseer esta terquedad de perpetuar mi esencia, esto depende de como las circunstancias se presenten, siempre busco cómo el buen Frank Sinatra hacer las cosas a mi manera, así como lo he hecho muchas veces. Llegué a un punto en que el tiempo en mi zona de confort ya expiró y necesito cambiar mis pasos para acercarme a las visiones futurísticas que tuve en mi infancia. Quizá no iré a África, pero la esencia de esos sueños era viajar, dar rienda suelta a mi creatividad. Jamás me vi atada a una oficina soñando con el hubiera y eso me impulsa hacer ciertos cambios en mi vida.
Fantasear, imaginar y soñar no requieren de mucho trabajo, lo que cuesta es trasladarlos al mundo físico y mantenerlos. Mi libertad consta en ser partícipe en la creación de mi destino, ser Co-creador. Es tomar decisiones y asumir las consecuencias de mis actos y esto es lo que da forma a mi destino, como una red de programación que se maneja con un lenguaje ancestral, y de mí depende modificar y crear nuevas condicionantes para obtener un resultado próximo a lo determinado. Es cierto que siempre habrán circunstancias de las que no podré escapar, por esto creo que integrarlas en mis planes -en mi programación- según se vayan presentando es la mejor manera de no ir contra corriente y de allí hacer los cambios necesarios para no obtener un mensaje de Error en mi metaprogramación2 y así poder seguir dando honor a mi frase personal:
En constante cambio para seguir siendo lo que soy.
1. El síndrome del no ser es como llamo a las manifestaciones psicológicas, corporales y emocionales de no hacer lo que quiero o soy.
2. “La Metaprogramación Cognitiva (MC) es un sistema de psicodinámicas terapéuticas que estudia las estructuras profundas de la mente con el objetivo de interactuar con nuestras programaciones inconscientes.” www.alexescot.com/2014/10/formacion-profesionales-en.html