Al estar lejos de México noticias como “Fuerte terremoto sacude a México” me pueden alterar y poner muy nerviosa
Los minutos en los que busco más información, me informo del epicentro y en caso de ser necesario localizar a mis familiares y amigos se me hacen eternos. Se me hace un nudo en el estómago y el corazón me late a mil por hora.
En el caso del sismo del pasado 19 de Septiembre estaba justamente hablando por Skype con mis padres, cuando el celular de mi papá empezó a sonar avisando la llegada de un mensaje tras otro. Era el chat familiar que se atiborra de preguntas para saber si todos estaban bien. Toda mi familia paterna vive en Puebla y Oaxaca, en ciudades muy cercanas al epicentro. De primera mano me entere que todos estaban bien y mi papá me enseño algunas de las fotos que compartieron mis tías donde un ropero viejo, de esos que pesan kilos se había movido varios centímetros y una alacena con todos los platos rotos tras el sismo.
Sabía entonces que mi familia paterna, mi familia y amigos en Guadalajara y en el norte del país estaban bien. La pregunta ahora era ¿Cómo estarían mi sobrino y mi mejor amiga de la infancia que viven en la Ciudad de México? Gracias a Dios pude tener noticias de ellos muy pronto y ambos estaban bien. Sin embargo pude escuchar en la voz de mi amiga el miedo y la angustia que estaba viviendo al tratar de localizar a su familia. Si bien ya sabía que un sismo de magnitud 7,1 en la escala de Richter es grave fue por las palabras y tono de mi amiga que supe que este terremoto era diferente y me fui a dormir esa noche preocupada (eran entonces las 3pm en CDMX).
Al despertar a la mañana siguiente, mis redes sociales estaban llenas de videos e imagenes del sismo y sus secuelas. Veía gente aterrada, gente desesperada porque algún familiar estaba atrapado entre los escombros de algún edificio. Mi mente no podía procesar tanta destrucción, tanto dolor y empece a llorar y lloré todo el día mientras viajaba en el tren, mientras estaba en clases, de sólo recordar lo que había visto o leído se me hacia un nudo en la garganta.
Todo ese día estuve pegada a las redes sociales tratando de informarme como podía ayudar desde de Alemania. Encontré la manera de poder mandar mi donativo, pero eso no me hacia sentir mínimamente mejor. Me sentía profundamente triste e impotente, quería estar ahí hombro con hombro de alguno de ustedes sacando escombros.
Recibí muchos mensajes en los que me preguntaban si mi familia y amigos estaban bien, con palabras muy reconfortantes. Entre ellos un mensaje de amigos alemanes que decía más o menos así “Ana nos alegra saber que tu familia esta bien. Hemos seguido de cerca la situación en México tras los temblores y huracanes. Lamentamos mucho por lo que esta pasando en tu país, tenemos la fortuna de conocer México y habernos enamorado de él. También te conocemos a ti que nos has contagiado ese amor por tu país, créeme que nos duele que gente buena y noble como los mexicanos estén pasando por esto”.
También alguien me preguntó ¿Pero por qué lloras así por gente que no conoces? Le conteste – no los conozco pero son MI gente , su dolor me duele a mi también. Es mi familia mexicana. – Creo que esta persona no logró entender del todo mi sentido de pertenencia a México.
Me duele lo que le puede pasar a cualquier otro ser humano, pero obviamente tengo una mayor empatía por mis compatriotas. Además le tengo un enorme cariño a la Ciudad de México donde nací y viví los primeros 10 años de mi vida. Puebla y Oaxaca forman parte de mi historia y la historia de mi padre. Se también lo que es estar en una situación similar siendo CDMX una zona altamente sísmica tuve que salir muchas veces de mi salón de clases asustada por un temblor.
Dentro de todo este remolino de emociones de la semana pasada hubo también momentos donde se me inflamo el corazón de orgullo y admiración por todos los mexicanos. Atesorare siempre dos momentos uno en el que escuche entonar el himno nacional al terminar los trabajos de rescate en un edificio de la Condesa y otro en el que los voluntarios cantaban “Cielito Lindo”. Canta y no llores, porque cantando se alegran los corazones.
México, mi país amado, canta y no llores. Sequémonos las lagrimas, cantemos y pongamos manos a la obra para recontruirnos, reinventarnos… levantarnos. La unión, solidaridad y fuerza de los mexicanos han sido mencionadas en los noticieros alemanes y de todo el mundo. Gracias, gracias, gracias México y paisanos por aún en los momentos tristes de nuestra historia me dan mil motivos para sentirme orgullosa de haber nacido en esa tierra.