Mientras estoy en Alemania me la paso extrañando México. Los días nublados me llenan de nostalgia del cielo azul y soleado de México. Recuerdo las calles de Guadalajara con sus camellones anchos y arbolados. Idealizo mi ciudad, mi país, mi gente.
La gente alemana me parece fría y distante. Añoro el poder abrazar a la familia o el café casual con alguna amiga. Reír a carcajadas de todo y de nada con mi gente. No tener que hacer planes con meses de anticipación, improvisar y tener esos planes de última hora que suelen ser los mejores.
Por: Ana Morin, @chaberucitaroja
Pero una vez que estoy en México siento un shock cultural de mi propia cultura. Las cosas que antes me parecían normal ahora me molestan. Cuando veo las calles de Guadalajara tan sucias y descuidadas me pregunto si esto cambió drásticamente en los últimos años o es que antes era algo tan común para mí que era ciega a esos detalles.
La impuntualidad de las personas siempre me ha molestado, pero ahora me altera… No entiendo cómo en México se ve “normal” que alguien llegue 30 minutos o más tarde y que no tenga la atención de avisar.
La facilidad con que los mexicanos preguntan por cosas muy personales y juzgan, me resulta incluso agresivo. No tengo porque dar explicaciones de mi vida, mis planes, etc. a nadie. Mucho menos a gente que no está en mi círculo más cercano. Eso hace que valore la “frialdad” y el respeto de los alemanes en cuestiones personales.
La falta de planeación y el “luego veremos” ya no me acomoda. Me gusta tener claro, cuándo, dónde y cómo. Claro, siempre estoy dispuesta a unirme a un plan de última hora, pero me gusta también planificar.
De cualquier manera, el tiempo que paso en México lo disfruto al máximo. Me recargo de sol la piel y el corazón. Disfruto inmensamente de mi familia y de mis amigos, siempre aumento un par de kilos satisfaciendo todos mis antojos. Sin embargo, también deseo regresar a mi ahora hogar. Anhelo regresar a la rutina con mi pareja, mi casa, mi espacio y ese país donde el sol no brilla todos los días, pero las cosas fluyen puntuales y sin problemas.
Y entonces me siento como la India María, ni de aquí ni de allá. Para los alemanes siempre seré la extranjera y para los paisanos soy esa que se fue hace varios años y ya se ha “alemanizado” demasiado.