Antes de empezar a leer quiero aclarar que en este artículo hablo de mi experiencia, las cosas siempre pueden ser diferentes y de ninguna forma estoy tratando de hacer menos la experiencia u opiniones de otras personas que han pasado por una situación similar.
Dicho eso, aquí vamos:
Para las personas que me conocen no es un secreto que sufrí de depresión a los 18 años, creo que no hay fecha exacta de cuándo empecé a sentirme mal, sólo sé que un día no quería levantarme de la cama y sólo pensaba en morirme. Las notas que escribí a mi familia y las formas que pensé para matarme eran variadas y tristes, re-leía mis notas y lloraba, imaginaba a mi familia apilada en uno de esos lugares dónde velan a los muertos a mi madre enojada porque no me había ayudado, a mi papá que nunca abriría abierto el féretro dónde estaba para verme, a mis hermanitos sin entender por completo qué estaba pasando, a mi abuela que siempre fue católica y siempre decía que matarme era un pecado…
Afortunadamente nunca llegué a eso, mi madre (que es un ángel) se dio cuenta de mi estado y corrió por ayuda, encontró a un gran doctor que me ofreció tratamiento, empecé con terapia y medicamento (por decisión propia y conociendo todo sobre el medicamento), lo mantuve por un poco más de un año, hasta que volví a sentirme “normal” así empezó mi travesía, que algunos días es más fácil que otros.
Mi historia es la de muchas personas, en mi caso hubo final feliz, pero en el de muchos otros no lo hay.
Las estadísticas de suicidio alarmantes:
– El suicidio es la segunda causa de muerte en México.
– Cada 24 horas fallecen alrededor de 16 personas jóvenes por suicidio.
¿Qué hacer? Primero, es importante saber que el problema tiene una raíz, uno no despierta un día y tiene pensamientos suicidas o ganas de morir, no.
El estrés, la depresión y otras enfermedades mentales pueden llevarte a eso, el problema es que es algo silencioso, pesado y es un tabú.
En mi experiencia había una sensación de cumplir con ciertas reglas para calificar como “enfermo mental”, yo no dejaba de escuchar cosas como “¿Si tienes depresión por qué sales?, ¿Si tienes depresión por qué vienes a la escuela? ¿Por qué comes? ¿por qué te bañas?” la depresión no es como en Little Miss Sunshine o Silver Linings Playbook cuando le quitas los filtros de Hollywood te queda algo increíblemente incómodo y difícil de hablar, es diferente para todas las personas. En mi caso siempre me sentía enojada, odiaba todo y a todos, uno de los peores recuerdos que tengo es con mi mamá, ella siempre trataba de ayudarme, de hacerme sentir mejor, de amarme… pero yo siempre terminaba peleando y llorando, me sentía tan frustrada porque ella se sentía feliz, porque le veía el lado positivo a la vida, me enojaba y me rompía el corazón que ella pudiera ser feliz y yo no.
También existían todas estas personas que no dejan de acusarme, de apuntar “Lo que tú tienes es que eres huevona” o “Es cuestión de actitud, es cuestión de echarle huevos” también el de “No tienes por qué sentirte así, tienes de todo, pobres de los niños en África que ni pa’ comer tienen y ahí siguen felices” cada vez que alguien me decía eso perdía un poquito más de esperanza, porque de verdad trataba de sentirme bien, diario contaba mis bendiciones, hacía ejercicio (cuando quería y podía), hasta traté ese ejercicio de sonreír todo el tiempo para sentirme feliz pero nada funcionaba, ¡NADA! (así, con mayúsculas y signos de exclamación)
Ahora que me permito decir “me curé” veo algunas otras cosas que creo ayudarían mucho, por ejemplo:
1. Entender que todas las experiencias son diferentes, en mi caso mi depresión fue severa y rápida pero que si yo lloraba todo el día no significa que la depresión siempre es así para todas las personas.
2. Que hay muchas opciones de tratamiento y es válido elegir la que funciona mejor para ti, Terapia con o sin medicamento, terapias alternativas, Gestalt, Psicoanálisis, conductual-cognitiva, siempre hay una opción que funciona, siempre.
3. Que no eres tu enfermedad, muchos años miembros de mi familia me escondían noticias o cosas por el estilo porque por mi enfermedad creían que iba a afectarme más, también evitaba hablar de esa etapa en mis entrevistas de trabajo o con mis amigos, pero después entendí que soy más que una enfermedad que padecí hace 10 años.
4. Es un trabajo constante, en mi caso nunca he dejado de trabajar en mi salud mental, siempre sigo construyéndome, aprendiendo, previniendo, la salud mental es un trabajo constante (es lindo).
5. Que pedir ayuda no es malo, es bueno aceptar que no podemos solos, es sano hacerlo y puede salvar vidas.
6. Que las enfermedades mentales no sólo afectan a la persona que las padece, detrás de uno hay una familia, pareja, amigos y todas esas estructuras tiemblan, puedes quedarte sola o solo de manera muy rápida.
7. Que algunas personas no se toman en serio las enfermedades mentales, diario me toca ver en redes sociales a personas que usan términos como “bipolar” o “deprimido” para hablar de un mal momento, entonces, si dices que tu pareja es bipolar porque no sabe qué cenar te burlas de una enfermedad que es difícil y peligrosa, habría también que analizar nuestro vocabulario.
En definitiva, no estamos ni poquito cerca de tener consciencia sobre las enfermedades mentales, pero es importante recordar que hay muchas opciones y necesitamos habalr de esto.
Si tú o alguien que conoces está pasando por una situación similar te suplico que busques ayuda puedes comunicarte al Servicio de Intervención en Crisis Vía Telefónica. De la Zona Metropolitana de Guadalajara al 075 ó al 38 33 38 38; del interior del Estado al 01800 227 47 47. Gratuito, confidencial y anónimo. 365 días del año. 24 hrs. Al día.
Alguien te ama, eres importante y hay cura.