Candy Chávez es una mujer que radica en la ciudad de Guadalajara, donde ha tenido que luchar contra una sociedad que le indica que nació en un cuerpo equivocado; a lo que ella responde que no es así. Para ella, no nació en un cuerpo equivocado, sí en una sociedad equivocada
Hace no mucho decidió llamarse Candance. Parece fácil elegir un nuevo nombre, sin embargo, para ella significó mucho más, significó encontrar su verdadera identidad por la que luchó por muchos años. Candy la nombran de cariño sus personas cercanas y en ese nombre encontró su verdadera esencia, el sonido que la representaba, su aceptación y su manera de decirle al mundo: «Aquí estoy yo y soy una mujer feliz». Al estar frente a ella, un aroma peculiar te envuelve: el olor de la feminidad, de la delicadeza y de la fortaleza.
– “¿Qué perfume es?”
– “Coco, de Channel.” Me contesta Candy.
Por: Rob Hernández, @robsmx
Su vida es una historia de lucha constante para ser fiel a la persona que ella sabía que era desde su infancia, cuando la vestían de niño, acorde a su genitalidad. Ella siempre lo tuvo claro, pero parece que las autoridades del Estado de Jalisco no, hasta la fecha; en México sólo 4 estados reconocen la identidad de género y le brindan la oportunidad a las mujeres y hombres trans para homologar su documentación acorde a su identidad. Candy no vive en el Estado de México, Michoacán, Nayarit o Coahuila, donde quizá no tendría que encabezar una lucha institucional, junto con otras organizaciones, para que el estado reconozca su derecho humano al libre desarrollo de la personalidad como una personas transgénero o transexual.
Hablemos de lo que no se hablaba
Cuando un niño expresa lo que siente desde lo más profundo de su ser, si no es lo que la sociedad / familia/ padres / todos los demás, esperan de él o ella, asumen que es porque aún no sabe lo que quiere.
A los 4 años, Candy expresó de una manera sincera y directa lo que apenas hace 1 año pudo ver por primera vez en un espejo.
– “Mamá, soy una niña”
– “No, hijo, tu eres un niño, mira cómo estas vestido.”
– “No mamá, quizá sea mitad y mitad, pero niño no soy.”
A principios de los noventas, ¿qué respuestas podría haberle dado una madre su hijo, cuando le comenta de manera tan sincera, directa y tranquila que su género no corresponde a su genitalidad?.
La plática entre ellas no quedó ahí. En el momento en que Candy, antes de ser Candy, decidió comenzar el proceso para modificar su cuerpo a una imagen femenina, con la primera que volvió a ir fue con su mamá. “A la primera que tenía que explicarle el proceso que estaba por iniciar, era a ella”.
Habían pasado al menos 20 años cuando retomaron aquella plática inconclusa. El escenario era el mismo: su casa, él y su mamá, frente a frente; las circunstancias eran completamente distintas, ahora eran dos personas adultas.
– “Mama, voy iniciar mi proceso de hormonización. Yo soy una mujer y comenzaré a hacer
lo necesario para modificar mi cuerpo y lucir como una mujer.”
– “Hijo, te habías tardado.” Fue la sorpresiva respuesta de su madre.
Sin embargo, ante la respuesta positiva de su madre se escondía un gran miedo sobre el bienestar de su hija, no tanto por ella misma si no por la sociedad que muchas veces se mete demasiado en nuestras vidas personales.Y cómo no temer por la vida de los seres queridos si México ocupa el segundo lugar a nivel mundial en número de homicidios de mujeres trans, con 5 ó 6 asesinatos por cada 100 mil habitantes. Solo está por debajo de Brasil con 171 crímenes, en un total de 71 países según el informe de CeDoSTALC 2018 realizado por la Red Latinoamericana y del Caribe de Personas Trans. Y donde el 71% de las agresiones hacia personas trans, son a mano de personas de la sociedad civil, debido a la transfobia internalizada que tienen por creencias religiosas y creer que es una decisión de ellas, más que una identidad.
Para ésta etapa de su vida, Candy ya estaba más que acostumbrada a las negaciones, a los señalamientos, a los prejuicios. Ya había renunciado a ser quien ella quería ser por “amor”. Por darle gusto a alguien más, ya se había abandonado de ser ella misma y la posibilidad de iniciar el proceso de hormonización años antes, sólo para conservar una relación en la que estaba. No se sentía aquella persona que desde los 4 años sabía qué era. Esta vez, ella sería quien quería ser, con, sin o a pesar de sus seres cercanos. Lo tenía claro.
Después de aquella plática con su madre ella se dio cuenta que tenía todo el apoyo de su familia para iniciar su transición; después de mucho tiempo ella se sentía confiada, se sentía apoyada, se sentía con los conocimientos y con la fuerza necesaria para enfrentarse a una sociedad conservadora como la de Guadalajara.
Crecer a golpes en Guadalajara
Ella no siempre tuvo esa fuerza para afrontar su entorno social. Cuando eres adolescente, la vida en la escuela puede ser cruel por sí sola. Cuando eres tímido puede ser aún más cruel. Cuando eres homosexual puede peor. Y cuando eres afeminado puede terrible. En los primero años de los 2000, pareciera que, al ser homosexual la escuela preparatoria te “prepararía” para dos cosas: 1.- saber disimular, esconder quien realmente eres e inventar muchas excusas sobre tu vida personal para encajar en “lo común” o 2.- te prepararía para ir creando una barrera muy gruesa, donde las ofensas e inclusive los golpes ya no te hicieran daño.
Eran sus primeros días de clases en la preparatoria no. 1 de Jalisco. Tenía la emoción de un nuevo ciclo de aprendizaje, nuevos amigos, nuevas experiencias que estaban a flor de piel. En aquellos tiempos series y novelas de adolescentes nos marcaban los ideales de las relaciones amorosas y de amistad, nos mostraban las aventuras de los jóvenes, se comenzaba a hablar de drogas y vih en televisión abierta, se hablaba de clasismo, de violencia, pero no se hablaba de homofobia.
Tercer día de clases. Se dirigió a su salón, recorrió los pasillos con sus zapatos recién estrenados, su andar por la escuela era casi imperceptible; llegó, se sentó, miró al pizarrón para esperar al profesor; siempre había sido muy dedicado al estudio, apuntó la fecha en su cuaderno, sin saber que también sería la última que anotaría en ese salón de clases. Ese día un grupo de chicos lo agarraron, lo golpearon, lo encerraron en el baño, encueraron y le dijeron que eso le pasaba por puto, por ser afeminado.
Ese día se fue y no regresó a esa escuela. Se juró no volver jamás a un lugar donde no podía sentir la seguridad de ser sí mismo, de expresarse como era, donde las autoridades de la escuela no estaban listas para proteger su identidad y su libre desarrollo.
10 años después de ese incidente, Candy se convirtió en una voz visible de las mujeres trans en Guadalajara. Sabe que para generar un cambio tiene que alzar la voz y compartir su historia. No sólo con los adultos, ya que por su experiencia personal es consciente que hay un gran trabajo por hacer con los jóvenes. La han invitado a dar una conferencia sobre homofobia en las escuelas preparatorias. Ella sabe que es una actividad fundamental para comenzar un cambio cultural. Su primer charla tenía fecha y lugar, sin embargo dudó en acudir.
“A veces pienso que la vida es una sinvergüenza que le encanta burlarse de nosotros o nos pone pruebas muy difíciles.”
Ella se dirigió al salón de clases. Recorrió los pasillos con sus zapatos de tacón, el sonido de su andar retumbaba por todo el lugar. Por dentro temblaba, pero por fuera caminaba con seguridad, con la frente en alto. Llegó, se paró frente al grupo y dijo: “Hace 10 años llegué a esta escuela, a este mismo salón y fui golpeada por ser quien era, un chavito afeminado. Me juré a mí misma no regresar a este lugar donde conocí lo que era la violencia por ser yo misma”.
Pareciera intencional que justo en este mismo espacio tuviera que regresar a compartir un mensaje de igualdad. Regresar al mismo lugar que años atrás la hizo alejarse de sí misma. Era la señal de que estaba lista para soltar todo y comenzar a vivir como lo que siempre quiso ser. Mejor dicho, lo que siempre supo que era: una mujer.
“Una mujer, eso era lo que quería ser, por ello inicié a modificar mi cuerpo acorde a mis necesidades, como todo mundo lo hace con cirugías plásticas. Sin embargo yo no me veo, por ahora, cambiándome la nariz, poniéndome caderas, etc. Creo que tengo un cuerpo que ha respondido bien al proceso de hormonización.”
La situación vulnerable de mujeres como Candy y otras amigas o conocidas, la hicieron alzar la voz. Las cifras no son alentadoras y sabe que en cualquier momento ella puede ser una víctima más. La organización civil Letra S, presentó en 2018 la estadística de que entre el año 2012 y el 2018, 473 mujeres trans fueron asesinadas. Eso sin contar los casos no identificados o los no denunciados, porque hasta las mismas estadísticas son discriminatorias por sí solas, al no tener un protocolo específico de recolección de
información referentes a asesinatos o denuncias para la población trans en México.
La realidad en un país como México y en muchos países de América Latina, es que las mujeres trans sufren actos diarios de violencia física, verbal y emocional; quedando en pleno desamparo institucional, ya que los cuerpos policiales no tienen la preparación ni los protocolos específicos para actuar ante una injusticia para ellas.
Debido a esta situación de desamparo administrativo y legal, esta población es más propensa a sufrir casos de extorsión e intimidación ya sea por las autoridades o por los grupos del crimen organizado; esto se refleja en la falta de la cultura de la denuncia, saben quedará impune.
Ser transgresora, lección aprendida
Mientras escucho hablar a Candy Chávez aquella tarde, el olor a Coco de Chanel me envuelve una vez más. Parece que el ser transgresora es algo que lleva en su genética. Quizá lo aprendió de su padre, quien a los 4 años le regalaba muñecas a ella, su hijo en ese entonces, porque le gustaba jugar con ellas.
“Déjalo, si él es feliz jugando con muñecas, déjalo.” Le comentaba su padre a su madre. Candy sólo estuvo con él hasta los cinco años para aprenderle y parece que lo hizo muy bien. ¿Cómo hubiera sido la vida de ella si su padre no hubiera muerto?. Es algo que ella misma se pregunta todos los días.
Aún hoy, reconociéndose y mostrándose orgullosamente como una mujer trans, transgrede los estereotipos. “Yo no requiero una reasignación de sexo, Candy no la necesita. Una mujer es más que una vagina. Las mujeres somos muy diversas y existimos las mujeres con pene, que somos las mujeres trans.”
Ella lucha por una sociedad donde se respete la individualidad de cada uno de los seres humanos que la cohabitamos. No cabe duda que el proceso de autoaceptación para reconocerse como una persona que sale de los entendimientos sociales debe ser un proceso mucho más profundo, de reconocimiento y amor propio. Reconocer que su cuerpo es perfecto tal cual es. Que ella lo puede modificar acorde a sus necesidades, pero que su genitalidad no determina su género. Es un camino que para muchos parece complicado entender. Y quizá no tendríamos que llegar a entenderlo completamente. Pero sí tenemos que llegar a respetar que es el proceso de alguien más que ha venido a este mundo a dar amor a los que están en su entorno.
Precisamente es por ello que al comenzar a trabajar en la Red Mexicana de Mujeres Trans, cuando aún tenía la imagen de un chico, le comenzaron a llamar Candy, por ser una persona muy dulce y amorosa como el personaje principal de una caricatura que lleva el mismo nombre.
El nacimiento de una mujer
Al momento de iniciar el proceso para modificar su cuerpo y tener una imagen femenina, investigó un nombre que correspondiera a la manera en que ya era conocida, Candy. El resultado fue Candance; aproximadamente solo 11 mil personas en el mundo poseen este nombre y significa persona única, según sus investigaciones; Verónica sería el complemento, que significa imagen verdadera.
Pareciera que nuevamente la vida nos pone en situaciones metafóricas: Persona única con imagen verdadera: Cadance Verónica. Sin embargo, en sus documentos oficiales ella sigue siendo otra persona, un masculino que hace tiempo dejó de ser.
Ella tiene muy claro que no nació en un cuerpo equivocado. Sabe que nació con las características de un varón y que ello no le impide ser una mujer. Sabe que nació en una sociedad equivocada que quiere meterse en las decisiones más personales de sus integrantes. Una sociedad que te quiere decir como debes de comportarte o cómo debes vestirte. En lugar de apoyarte y decirte que puedes ser quien tú decidas ser y siempre tendrás respeto, para que vivas en plenitud y feliz.
Incluso Candy ha aprendido a vivir y sobrevivir con una serie de estigmas que se dan o daban de manera inmediata a las personas trans. Hasta antes de Junio de 2018, Candy era considera como una enferma mental, no fue hasta este año que la Ogranización Mundial de la Salud excluyó la transexualidad de la lista de enfermedades mentales y la colocó en la de comportamientos sexuales. Esto representó un gran avance en el reconocimiento y normalización de las personas trans.
Otro prejuicio que se tiene sobre las mujeres trans es que solamente se dedican al trabajo sexual, sin embargo muchas de estas personas se dedican a esta labor debido a que en México existe una gran injusticia por la exclusión y rechazo a un empleo digno y formal. Un alto porcentaje de estas personas están desempleadas o han sido rechazadas y muchas terminan ejerciendo el trabajo sexual. Una parte de la sociedad rechaza este tipo de prácticas, sin observar que son ellos mismos quienes empujan a estas personas para que éste sea su único modo de sobrevivir, en un mundo que las y los tiene
sobrestigmatizados.
Como consecuencia, las mujeres transexuales presentan una las tasas más altas de prevalencia del vih. Donde la expectativa de vida de ellas es de 37 a 40 años en promedio, menos de la mitad de la expectativa de vida de un mexicano o mexicana.
La Ciudad de México parece ser un mejor lugar para las personas transexuales, ya que desde el año 2008 ha sido testigo de cambios legales y administrativos en favor de los derechos de las personas trans. En octubre de 2008, en el entonces Distrito Federal, se modificaron los códigos civil y de procedimientos civiles para garantizar el reconocimiento jurídico de personas transgénero y transexuales. Para septiembre de 2009 se creó la Ley de Salud donde se estipula el tratamiento de reasignación integral sexogénerica.
A nivel federal, en el año 2011 hubo una reforma constitucional en materia de derechos humanos, que dota de una mayor certeza a la hora de interpretar y aplicar las leyes en el país, siempre bajo un marco de resguardo de los derechos humanos de todas las personas. Sin embargo en el interior del país, en estados como Jalisco, la historia es muy diferente.
Candy, hoy
Ese aroma que emana de su piel regresa nuevamente mientras conversamos aquella tarde. Pocos saben que ella lleva tatuado el nombre de ese perfume en la piel, y no es metáfora. Para ella como para muchas mujeres se ha vuelto parte de su esencia. Hace menos de un año caminó hacia el espejo y ese día finalmente se vio a sí misma con la nueva figura que le dotaban los implantes de mama que se acaba de poner. Se observó como una mujer plena, con una imagen femenina.
Candy sabe que quizá el Estado de Jalisco no es el mejor lugar para ser una mujer transexual, en un estado donde la iglesia tiene mucha penetración en la moral y el estilo de vida de las personas. Donde
muchas leyes y reconocimientos de derechos se gestan acorde a acuerdos políticos-religiosos. Donde tenemos un grupo muy fuerte de los llamado “Pro familia” y representantes del llamado “Yunque”. Sabe que la lucha para conseguir su tranquilidad, su paz y su libre derecho a ser quién ella es, no será fácil.
Hoy sigue trabajando con la Red Mexicana de Mujeres Trans Ac, apoyando a organizaciones como Codise Ac y siendo parte activa de Voto Incluyente, un colectivo enfocado en la incidencia política para el reconocimiento de los derechos de las persona LGBTTTIQ+ del Estado de Jalisco.
Pero la parte más importante es que Candy hoy es la mujer que siempre supo que era y que físicamente no le representaba. Por primera vez en casi 30 años, pudo verse más allá de lo que la sociedad siempre trató de decirle que estaba errónea.
Ese primer día después de la operación no estaba sola, la acompañaban las mujeres que han sido su ejemplo de fortaleza, su familia incondicional. La primera fragancia que tuvo en sus manos cuando se reconoció plenamente como mujer fue Coco de Chanel. Un regalo que sin necesidad de explicaciones le hizo saber que una de las mujeres más importantes de su vida le daba la bienvenida a la nueva mujer que estaba naciendo en su familia.
Esa bienvenida estuvo a cargo de su madre. Aquella que a los 4 años le dijo que no era una mujer, hoy le decía a Candance Verónica a través de un perfume: «Hija, bienvenida a la familia».
#aManoSuelta Historias de personas que han contribuido a que Guadalajara sea una ciudad diversa, interesante, cultural y donde la diversidad es la característica común que la hace única.