Por: Ashanti Ahumada | Ilustración de Lilian Pepper
Cuando era más joven recuerdo que alguien me contó sobre “El Retorno de Saturno” a los 27 años, una teoría que habla sobre como la vida se puede volver caótica (o no) al cumplir veintisiete por un fenómeno astrológico, siempre me pareció que esto carecía completamente de sentido, y entonces cumplí veinticinco.
Cuando somos niños, algo nos dice que para el tiempo de ser mayores nuestra vida va a estar resuelta de forma mágica e inexplicable, llegas a la adolescencia y todo se vuelve un caos, pero sigues con la certeza de que para tu vida adulta todo va a tener sentido, después llegas a los veintisiempre… y no queda nada más que creer que para el momento en que llegues al tercer piso, la vida va a ser armoniosa y perfecta, el coche, la casa, el empleo perfecto, la familia, todo. Yo estoy en ese punto, de verdad una parte de mí cree que cuando cumpla treinta, un hada madrina como la de la cenicienta va a aparecer y me va a ayudar con todos los asuntos que no haya arreglado… pero mi otra parte, la más “adulta” me dice que realmente eso no va a pasar, que mi vida y lo que pase es completamente mi responsabilidad.
Diario me debato entre estas ideas y diario me inclino más por la real, la que es construida por mí. Ser del club de los veintisiempre es eso, aprender a ser adulto dejar atrás la idea de los cuentos de hadas, de ayudas divinas y seguir adelante.
Puede que algún día algo o alguien llegue y sí cambie de forma mágica nuestra existencia o que lo del retorno de Saturno resulte ser real y al final todo sea hermoso. Sea como sea, sólo nos queda aprender, seguir en Tinder y tener Netflix para ser felices ¿no?