Por: Ashanti Ahumada | Ilustración de Roacho
Entonces ya tenía el departamento, los amigos y una vida más o menos normal. El trabajo llegó como casi siempre le llega a todos en esta ciudad, un call center.
Al principio es un sueño, llegas a un edificio gigante que usualmente se encuentra por periférico y un monito con vestimenta formal y te cuenta sobre como su call center está cambiando al mundo, como vas a ser parte de la diferencia, además te dan un discurso sobre como lo que ganes y tu puesto van a ser completamente tu responsabilidad “Aquí ganas lo que quieres y llegas tan lejos como quieres” o sea, como empresa multinivel pero con diademas de micrófono y prestaciones.
El entrenamiento dura un par de semanas, en esos días conoces a las personas que serán tus compañeros de trabajo, formas vínculos y muchos llegan al final, otros no; yo llegué, aguanté.
La primer hazaña o nueva skill que aprendes en este trabajo es controlar tu vejiga, la cosa es que mientras estás en “piso” (estar en piso significa estar conectado a la línea telefónica tomando llamadas) no puedes ir al baño, no pueden decirlo así entonces se van por “Si sales mucho al baño tus métricas van a bajar porque te desconectas seguido” después te das cuenta que realmente no puedes levantarte de tu silla hasta que llegue tu hora de comida o uno de tus dos descansos de 15 minutos.
La segunda skill que tomas es olvidarte de tu tiempo, ya no te pertenece, siempre te dicen que no saben cuándo vas a tener tus horarios de trabajo pero la verdad es que es muy difícil conseguir un “Schedule” normal, a veces entras a las siete de la mañana (o a las seis si te toca el horario de verano en Estados Unidos) o sales después de las doce de la noche.
En mi tiempo en el call center vi a personas enfermas, crudas, personas llorando, personas acabadas, pero también vi a personas llenas de esperanza personas que me juraban como la compañía les había cambiado la vida.
La realidad es que no puedes quedarte a largo plazo, en algún momento vi a mis amigos irse, vi a personas salirse de piso y decirle a los managers que ya no podían seguir así o iban a perder la razón. Así estuve seis meses hasta que pude encontrar un trabajo normal, el día que fui a presentar mi renuncia me sentí como en relación enferma, primero me prometieron el sol, la luna y las estrellas, cuando vieron que no aceptaría la dinámica cambió y me trataron como peste, me amenazaron, me hicieron sentir mal; todavía recuerdo al que era mi jefe directo llamándome un día después y diciéndome “¿Qué pasó?” pero de la forma más terrible, la conclusión es que los call center te hacen sentir inferior y culpable, pero para muchos es parte de vivir aquí de obtener tu libertad.
La próxima vez que estén en un bar con muchas personas pregunten “¿Quién trabajó en call center?” su noche se va a tornar interesante.