Nunca había pasado por un bloqueo tan terrible como del que fui víctima hace poco, esta columna me está costando más que ninguna otra, entonces decidí (fiel a mi estilo) hablar sobre eso porque ¿Qué puede ayudarme a escribir la columna que no puedo escribir? Pues hablar de eso, claro.
Todo comenzó cuando me di cuenta que tengo mucho, puede sonar pretencioso pero es verdad. Amo mi trabajo, mi familia está llena de salud y mis amigos son maravillosos, estoy rodeada de personas que quiero y me quieren, además tengo la oportunidad de escribir, que es algo que me amo y me complemente, entonces cuando traté (de forma fallida) de escribir mis columnas sin obtener éxito alguno comencé a cuestionar qué era lo que estaba pasando.
Entonces entendí, después de muchas cosas, de muchos borradores.
Dentro de todas estas cosas maravillosas que tengo, me perdí, no me refiero a perderme de la forma en la que te pierdes en el super cuando eres un niño, no. Me refiero a que me perdí a mí, Ashanti en algún momento dejó a Ashanti en algún lugar. En algún momento todo esto me pareció ridículo, me parecía absurda la idea de “perderse a uno mismo” pero cuando estas cerca de los treinta es normal (¿no?) últimamente he hablado con muchos amigos sobre esto y las respuestas a esta micro crisis han sido diferentes desde comprar cosas nuevas hasta dejar su trabajo.
Entonces, como siempre lo hago, comencé a “desmenuzar” lo que sentía. En realidad me siento muy feliz, es un par de semanas cumplo tres años de haberme mudado a Guadalajara (la mejor decisión que he tomado en mi vida, por cierto), de verdad disfruto mi trabajo y el plus es que el ambiente laboral es buenísimo, nunca me había ejercitado tanto, no sé, todos los elementos están ahí ¿Por qué siento este bloqueo?
Me tomó bastante tiempo entenderlo (Gracias a la paciencia infinita de mi jefa en Ka Volta) pero de repente todo salió, dentro de todo esto olvidé cuidarme apreciarme y quererme.
Y es que en esta ciudad a veces se te olvida que tienes que apapacharte, comencé con cosas pequeñas, me hice regalos y sobre todo, me escuché, volví a hacer cosas que amo, empecé a tomarme todo más lento, me negué a darle mi paz a otra persona.
Entonces pensé ¿Cuántas cosas se pierden a diario en esta ciudad? ¿Cuántas personas se pierden ellas mismas a diario en esta ciudad? ¿Cuánto toma darse cuenta que uno se perdió? Y la que más me aterra ¿Volveré a perderme?
La experiencia fue tan enriquecedora, entendí aquello de que hay que perderse para poder encontrarnos (cliché, lo sé, pero por algo están ahí).
A diario me repito que me quiero y que estoy agradecida, mucho.