Roberto Espejo es un transformista de Guadalajara, con notable trayectoria en el show nocturno. Su trabajo ha trascendido más allá del show, como actor profesional ha logrado grandes reconocimientos. Pero su más entrañable personaje que lo ha posicionado, es “La Gorda”, quien llegó a su vida sin avisar
Muchas veces la vida nos lleva caminos raros, difíciles y que nos cuesta trabajo entender. Hay veces que pareciera que nos juega bromas inexplicables. A Roberto Espejo le jugó una broma pesada, literalmente, porque lo que en un principio de su carrera le impidió aparecer en los escenarios locales de show travesti, fue lo mismo que le dio notoriedad, fama y éxito. Así es como llegó a su vida “La Gorda”, su emblemático personaje travesti que lo ha llevado a escenarios nacionales e internacionales.
Por : Rob Hernández, @RobsMx
Imágenes: Facebook de Roberto Espejo
Roberto Espejo sufrió discriminación, estigmatización y hasta golpes por ser un adolescente homosexual. En su casa lo corrieron cuando se enteraron que era gay y desde chico vivió aprendiendo a valerse por sí mismo. Sin embargo, su situación personal nunca le estorbó para seguir sus sueños de estudiar teatro.
Mientras vivió con su familia estudiaba teatro a escondidas. La actuación, era una profesión que en su casa no se consideraba suficiente para vivir de ella. Pero eso no le impidió llevar una doble vida, por llamarlo de alguna manera. Mientras estudiaba la preparatoria con carrera técnica en electrónica, estudiaba teatro y los fines de semana se iba con un amigo a dar show travesti en unas fiestas privadas que se daban “allá lejos de Guadalajara, lejos de cualquier mirada indiscreta”.
Primera llamada para el show
“Yo inicié por casualidad, nunca en la vida pensé que iba a vivir de esto”, recuerda Roberto Espejo. Eran los años ochenta y él tenía 16 o 17 años, una tarde estaba con una amigo que venía de Los Ángeles, él se dedicaba a dar show travesti allá. Estaban viendo fotos y de repente surgió la pregunta hacia Roberto Espejo, “¿nunca te has vestido de mujer?” “No, claro que no”.. La única referencia cercana que tenía Roberto Espejo era un amigo que tenían en común, lo consideraban muy guapo, pero maquillado parecía hombre con maquillaje, es decir no se veía nada feminino. Las copas siguieron y se animó. “Ándale pues, maquillame”.
Al terminar, Roberto Espejo se miró en el espejo y se asustó. Para él mismo se veía horroroso. Ahora recuerda que fue un impacto el verse por primera vez maquillado, una imagen masculina varonil pero con los ojos y la boca pintados. En ese tiempo, Roberto era un oso completamente, 30 o 35 kilos más que hoy y lleno de vello corporal. Sin embargo, su amigo reconoció que tenía ciertas facciones femeninas, que no lo hacían verse grotesco o como hombre con maquillaje. “Pareces mujer, puta de quinta, pero mujer al fin al cabo”, no como su amigo común.
Su amigo de Los Ángeles, seguido hacía fiestas privadas en las afueras de Guadalajara, en las que se reunían hombres y él daba show, solamente por el placer de vestirse. Un día le pidió un favor especial a Roberto Espejo. Hacer dos personajes de mujer implica tiempo muerto para cambiar de vestidos, pelucas e incluso hasta maquillaje. Roberto Espejo entretendría a la audiencia mientras el amigo se cambiaba de personaje. Su amigo sabía de las habilidades de Roberto Espejo, que estudiaba teatro y que no le costaría trabajo; la única condición era que tenía que hacerlo vestido de mujer. Había un problema, no tenía ropa para vestirse de mujer, estaba muy grandote, por lo que no sería fácil encontrar ropa o zapatos de su talla y aparte, estaba muy peludo de brazos, piernas y pecho. Encontraron la manera y se animó.
Cuando salió a escena todos soltaron la carcajada. Salió con una falda y una blusa a medio abrochar, mostrando todo el cuerpo velludo y zapatos de tacón a medio calzar. La ropa era del amigo, quien era delgado y bajito, todo lo contrario a Roberto Espejo, alto y gordo. “ No es que no me haya quedado la ropa, es que traigo un corsé de peluche”, le dijo al público que siguió con las carcajadas.
Esa noche experimentó el placer de hacer reír a la gente en su show, y le encantó, tanto que hasta la fecha no ha descansado de hacer reírnos por las noches. Después de ese día, amigos de su amigo lo siguieron invitando a hacer conducción de show y fiestas privadas. Por sus tablas en la actuación, tenía presencia escénica y facilidad de palabra. Sabía que su estilo estaba del lado de la farsa, no de la imitación tal cual. En ese entonces se usaba generalmente la imitación de personajes femeninos. Roberto Espejo llegó a romper estereotipos. Comenzó a hacer personajes que otros no se animaban a manera de farsa, por ejemplo, Thalía en gorda, Laura León, Cher, entre otras.
Hasta este punto, Roberto Espejo no había visualizado el show como un trabajo, lo hacía, como él dice, por la putería. En un tiempo de represión hacia las expresiones homosexuales y travestis, el que alguien como él se maquillara y se pusiera falditas, les daba la seguridad de que hombres lo sacaran a bailar y meterle mano, aun sabiendo que era hombre. Era la gorda sensual que los hacía reír, todos querían estar con ella.
Segunda llamada, deja de ser un hobbie
Hacer show era su hobbie, pero de algo tenía que vivir mientras seguía estudiando teatro. A mediados de los ochenta conoció a Pedro Preciado y comenzó a colaborar activamente en una asociación civil por los derechos de los gays en Guadalajara, Grupo Orgullo Homosexual de Liberación (GOHL). Su participación fue en el área cultural, fue el responsable de la producción de obras de teatro, revistas, y la creación de folletos informativos sobre la epidemia que acaba de aparecer en el mundo, el sida.
Al tiempo de estar colaborando en GOHL, le pidió permiso a Pedro Preciado para poder poner un pequeño taller de electrónica en una parte de las oficinas de la asociación, de esa manera tenía tiempo para su activismo, estudiar y conseguir dinero para vivir.
En la planta baja de GOHL, por las noches abría un bar, propiedad del mismo Pedro Preciado, que era de donde obtenían recursos para la manutención y sustentabilidad de GOHL. Aquí se dio su primer trabajo formal como travesti, gracias a Pedro. Los domingos lo designaron como el encargado del show en Boops y le pagaban 50 – 70 pesos por día. Para la época era mucho dinero.
En ese entonces se hacía llamar Carmencita Salinas. “Si Carmelita Salinas era gorda y chaparra, y hacía reír a todos; entonces yo también estoy gorda y hago reír a todos, entonces yo soy Carmencita Salinas”
Roberto Espejo tenía la habilidad de conducir, de hacer chistes y de generar dinámicas diferentes con el público. Cosas que no hacían comúnmente los travestis de la época. Hubo un momento en que comenzó a buscar oportunidad y espacio en otros lugares icónicos del show travesti en Guadalajara. La respuesta fue negativa, no lo querían porque estaba gorda, y todas las otras chicas estaban delgadas, llenas de esponjas, de cuerpo amoldado. Él no.
Tercera llamada, bienvenida a La Gorda
A finales de los ochenta e inicios de los noventa Roberto Espejo estuvo en boca de todos. Participó en la obra de teatro de La Sirenita, en el Teatro Degollado, donde representó el papel de Úrsula. Fue el boom porque un hombre estaba interpretando el papel de la bruja mala de la sirenita y porque le salía genial. Por esos años, Sergio y Ángel, amigos de Roberto Espejo, compraron un bar que se ubicaba por la calle de La paz casi esquina con Enrique Díaz de León, el S.O.S. y lo invitaron a trabajar, en gran parte por el posicionamiento que logró gracias a interpretación de Úrsula.
Parece mentira que después de haber superado tanto estigma por ser homosexual, por segunda vez en su vida, Roberto Espejo sufrió discriminación, esta vez por ser gorda y carismática. En esa época el show del lugar no tenía una conducción einteracción con el público; las chicas salían una tras otra y se anunciaba quién sería la siguiente desde atrás del escenario, solo con voz en off. Él llegó a darle un concepto totalmente diferente. Era la cara del show, platicaba con el público, los hacía reír e interactuaba. En menos de tres meses, conquistó las noches del S.O.S. Comenzó dando show dos días a la semana y terminó yendo diario, de miércoles a domingo. El público lo aclamaba, decían “vamos a ver a la gorda” “Vamos al show de la gorda”. Y así comenzó a ganarse su lugar en el show nocturno de la ciudad.
Observó que la gente lo ubicaba como La Gorda que los hacía reír. Aprovecho el posicionamiento y decidió hacerse llamar así, La Gorda Espejo. Era la única gorda que daba show, entonces encontró su característica que la diferenció completamente de aquellas que estaban en contra de él.
En camerinos las cosas no eran tan fáciles, su material de trabajo se le perdía o le escondían cosas. Hasta que un día, uno de los dueños del bar entró les dejó claro que si algo se volvía a perder se los cobraría a todas por igual. A partir de aquí inició un periodo largo de trabajo con altibajos en S.O.S. que duró hasta finales de los años noventa.
El show debe continuar
No todo fue risas en el tiempo que estuvo presentándose en el S.O.S. Fue ahí cuando recibió dos noticias que lo derrumbaron por dentro, pero que La Gorda y su público siempre estuvieron presentes para sacarlo a flote.
Roberto Espejo ha estado ahí noche con noche para que la gente vaya y olvide sus problemas. Incluso ha habido quien le ha comentado que había estado pensando en quitarse la vida, y después de ver su show, le ha hecho reír y olvidarse de esos pensamientos. Prácticamente ha salvado vidas con su personaje sin siquiera saberlo o proponérselo.
En retribución, su público ha estado ahí para ayudarlo a salir de dos grandes golpes que le dio la vida. El primero de ellos fue un día que, ya dando el show, le avisan que su papá estaba muy mal en el hospital. Los dueños le dijeron que se fuera inmediatamente a verlo. Roberto Espejo les dijo que terminaría la mitad del show para poder retirarse y no defraudar a su público. “Ellos vienen a divertirse, vienen a verme, ya pagaron un boleto, no puedo dejarlos así como así”. Salió nuevamente, sonrió, les hizo reír y en cuanto tuvo oportunidad de retirarse fue a ver a su padre.
En otra ocasión, su pareja de ese entonces murió a medio día y él tenía show en la noche. En ese entonces no existía el matrimonio para personas del mismo sexo, por lo que Roberto Espejo no podía reclamar el cuerpo de su pareja. Su mundo se vino abajo. No podía hacer nada, más que esperar que su familia viniera por él. Por eso, hoy celebra a los activistas y los avances en reconocimiento de derechos para las personas lgbt+, porque hoy las leyes reconocen un matrimonio que en aquél entonces le hubiera permitido hacerse cargo de su ser amado.
Esa noche no se quedó en casa “Me hubiera muerto si me quedo. Me fui al show y me puse una peda… No podía hacer nada. Solo un familiar podía reclamar el cuerpo y su familia era de otro estado. Yo no podía hacer nada y me estaba volviendo loco. La doctora me drogó, literal. Solo quedaba esperar. Por eso en la noche decidí irme a trabajar”.
La Gorda ha sido su refugio y su salvación. Hay veces que se siente cansado de dar show, ya son 33 años arriba de unos tacones, entreteniendo y haciendo reír a las personas. Roberto Espejo nunca se imaginó que la actuación y el vestirse de mujer lo llevarían a tener éxito por todo México e incluso fuera del país.
Vivir para el show
La comedia es parte de su personalidad, quizá por eso nunca se sintió avergonzado de su físico, al contrario, lo usó como una herramienta para destacar y hacerse querer por la gente. Muchas personas sufren y se recriminan por el físico que tienen, pero tal como lo vive Roberto Espejo, está en nosotros como lo tomemos. “No es lo mismo ser una gorda, que una gorda graciosa y mucho menos una gorda graciosa sensual”.
Roberto Espejo considera que el es parte de una generación perdida. Le tocó ver morir a muchos de sus amigos debido al sida. Por eso reflexiona y dice que su mayor logro es estar en el aquí y en el ahora, poder hacer reír a las personas, recibir sus mensajes de cariño, estar vivo para seguir dando show. Quizá esa era su misión que debía cumplir, y hoy sigue aquí.
“Yo creo que a todos los que nos tocó vivir y enfrentar el sida en los ochenta, seguimos vivos por una razón” De aquella época sigue en contacto con algunos, de otros no ha sabido mucho y con algunos más ha tenido reencuentros después de años. Junto con Jaime Cobián y Jesús Jáuregui les tocó vivir y superar momentos de crisis social y de supervivencia para los homosexuales tapatíos de aquella época. Por eso hoy La Gorda vive y revive cada noche, nos contagia esas ganas de reír y de amar la vida, nos transmite un mundo mejor a todos los que somos espectadores de su show.