Hay un olor que sin duda me recuerda a mi infancia: el aroma que despide el jabón neutro.
Cuando era niña, uno de nuestros pasatiempos predilectos era jugar a las muñecas. A mi hermana y a mi, nos gustaba simular que viajábamos con nuestras hijas, y usábamos la sala como “sillones del avión” o “sala de espera”. Cambiabamos los acomodos según los trasbordos que teníamos que hacer.
En la maleta llevábamos de todo para las hijas, ropita, juguetes, biberones y comidita. Como mi mamá no nos dejaba jugar en la tierra, un día nos dijo que podíamos tomar la babita que se le hace al jabón de barra cuando quedaba mojado y en contacto con el lavabo (seguro lo ubicas muy bien), ese que queda como pegajoso. Nos enseñó que parecía papilla y que si lo poníamos en un platito se lo podíamos dar de comer a las muñecas sin hacer mucho relajo, y lo más importante sin que tu muñeca ni tu se ensuciara. De manera que aprendimos a ordeñar el jabón.
Al principio era una idea bastante ingeniosa y seguro mi mamá pensó que “solo lo haríamos de vez en cuando”, y que si nos embarrabamos salía en la lavadora. Pero oh no… no contó con que tanto mi hermana como yo querríamos llenar frascos enteros de “comida para bebe” para viajar.
Así que comenzamos a “visitar” el baño en busca de la preciada baba de jabón, para almacenar como papilla. En un inicio era relativamente fácil. Cuando quedaba el jabón mojado le raspabas lo de abajo y listo, papilla instantánea. Pero nuestra constante necesidad de llenar los frasquitos, por que se secaba, empezó a hacer que tardara demasiado en hacerse la papilla de manera “natural”. Por lo que frecuentábamos más seguido el baño, y le echábamos un chorrito de agua al jabón del lavabo y al de la regadera, esperando que se hiciera más de la baba.
La producción y recolección de la papilla iba de maravilla. Entrabamos temprano, recogíamos la baba, más agua y esperabas hasta la tarde. Pasaron algunos días y barras de jabón hasta que mi mamá se dio cuenta que “el jabón se estaba acabando demasiado rápido”. Comenzó a sospechar que estábamos “ordeñando” el jabón. Empezó a espiar nuestras idas al baño misteriosas. Todavía me acuerdo de haberle bajado al baño para “despistar”, al notar la sospecha.
Ella preguntaba “¿a qué fuiste al baño?”, y lograba esquivar la pregunta con un a hacer pipi. Pero mi hermana – en ese entonces como de 4 o 5 años – no era muy sutil que digamos. Entraba, y como apenas alcanzaba el lavabo dejaba todo mojado. Además era más desesperada, apenas habíamos recolectado la tanda anterior ya estaba echando más agua y daba muchas vueltas, de modo que eventualmente nos cacharon, con las manos en el jabón.
Este cuento no tiene ninguna moraleja, y por supuesto que nos pusieron una regañada. Pero aun así, cada que recuerdo el asunto puedo creer que es una de las memorias más graciosas de mi infancia a eso de los 6-7 años. Recordarlo me hace reír mucho, porque mi mamá estaba enojada y con risa porque al final era ella la que nos enseñó a ordeñar el jabón. | #LunesEnTacones, @anavolta 🖤