Rock, indie, reggae, hardcore, industrial, electrónica, norteño, rap, folk y muchos otros géneros musicales estuvieron a la orden del día durante la edición 2015 del Revolution Fest la tarde y noche de este sábado 30 de mayo en Calle 2, donde con el rigor de Cronos todo resultó como se había planeado, aunque algunas canciones imprescindibles no hubieran sonado.
Desde los alrededores de Calle 2 se escuchaba que estaba pasando algo. El sonido de las primeras bandas del Revolution Fest ya rebotaba hasta la Parrés Arias, y mientras uno se iba acercando a Enrique Díaz de León podía apreciar con más claridad, paso tras paso, el scratching de Troker. Significaba que ya era tarde. Que proyectos interesantes como el de Dolphant y Daniela Spalla habían concluido sus sets, y lo bien sincronizado que todo iba funcionando desde el arranque. Una pauta que perduraría hasta el resto del día.
Mientras los filtros de seguridad iban siendo desafiados, la banda tapatía de hard-groove jazz no paraba y se acercaba al final de su participación, como lo hacía también en el escenario principal el fiestero grupo de enmascarados con su proyecto de música norteña fusionada con la electrónica y otras sabrosuras bailables. Justo al cruzar la puerta A Band of Bitches soltaba su ‘Noroeste caliente’, y un grupo considerable de personas lo celebraban frente al escenario principal del festival. Las combinaciones de ritmos tradicionales mexicanos y beats modernos seguían agendadas en el programa: En la tarima nombrada Agora Stage se alistaba Centavrvs. Sin duda uno de las bandas nacionales más interesantes de los últimos años por su propuesta e íntegras por su calidad. Un set reducido, como el de casi todos los que tocarían este día, pero suficientes para satisfacer los curiosos oídos y ganas de bailar que traían los asistentes más madrugadores.
Cerca de las 16 horas, en el itinerario estaba marcado que un grupo de jóvenes nayaritas estarían haciendo ruido en el Ware House Stage, instalado dentro de una de las bodegas del recinto. Mismo lugar en el que estaban programadas para más adelante las participaciones de The Broken Flowers Project, The Oaths, San Juan Project y los casi legendarios Tijuana No, por mencionar a los más interesantes de la lista. Pero este era el momento de Sierra León, recién desempacados de su primera gira por China, y además con su nuevo tema ‘No somos lo mismo’, primer adelanto de su próximo LP. Por lástima, el mal sonido que ha aterrorizado el lugar desde eventos anteriores impidió que el sonido progresivo del grupo se pudiera apreciar completamente, quitando todas las ganas de regresar a escuchar algo más tarde.
Tras dar un breve recorrido por las atracciones extra-musicales del Revolution Fest, lo acertado era volverse al Agora Stage con la intención de amarrarse ahí durante la hora siguiente. Primero para escuchar al trío de indie rock capitalino Reyno, quienes al parecer tienen fincado un buen número de seguidores en la perla de Occidente, por la entrega que era proyectada hacía la tercia de melenudos rockeros. En segundo lugar llegaría el carismático Diego Solórzano con el ahora cuarteto Rey Pila, para demostrar en vivo a los oídos tapatíos sus nuevas canciones incluidas en el disco The Future Sugar, de manufactura neoyorkina, que por razones interesantes la disquera de Julian Casablancas ha decidido guardarlo un poco más. A simple vista, fue el primer gran acto del Revolution Fest por la cátedra que Solórzano impartió sobre cómo debe comportarse un frontman en el escenario: siempre coqueteando e interactuando con su público carismáticamente, hasta bajar hacía la valla para estrechar manos y sacarse fotografías que serán recuerdos de un momento inolvidable.
DLD en el escenario principal inició su repertorio cinco minutos después. Todo seguía marchando en orden y bajo los horarios preestablecidos, hecho bastante extraño en un festival musical. Pero eso estaba de sobra, la agrupación ya consolidada en el gusto popular era la primera en reunir un grupo importante de fieles seguidores para la presentación de Futura, su más reciente producción, e incluso dedicar una canción a la memoria del periodista y especialista en música Jaime Almeida, quien falleció en la madrugada del sábado.
Desde Baja California Sur, al Revolution Fest llegaba La Banda Bastón, pidiendo ruido y soltando las rimas con mensajes políticos-sociales, al tempo de los beats que iba soltando Dr. Zupreeme, como ‘Me Gustas’ o el ‘País de las maravillas’, por destacar algunas de la recta final del set.
En unos minutos, sobre el Revolution Main Stage, estaba por iniciar el primero de los actos internacionales de la tarde. Y no sólo era eso, sino que también la añoranza de los oscuros sonidos de la década de los noventa. El numetal industrial de Orgy empezó a azotar con fuerza electrificaste y un Jay Gordon que para nada permitió evidenciar el paso de los años. Fue un momento de lo más contrastante en el festival, mientras los mensajes depresivos sangraban en unas bocinas, de las otras salía totalmente lo opuesto. Las positivas y coloridas rolas de Caloncho habían atraído a una mayoría considerable, y aunque el espectáculo no es tan novedoso y diferente para los tapatíos, a estos poco les importó volver a ver a un bajista vestido como banana, saltando por la tarima, mientras volaban plátanos y se hacían acrobacias hilarantes con un trombón dignas del mejor circo del mundo. Abajo reinaban las selfies con los amigos, entre el baile, los colores y las frutas que Caloncho sigue rodando por las ciudades, mientras en el otro escenario todo estallaba con el cover que hiciera popular a Orgy: ‘Blue Monday’ era cantada a medio aire por Gordon, puesto que éste había bajado del escenario y perdía el aliento mientras se movía de un lado a otro para convivir de cerca con el público enloquecido.
Siguiendo con los ánimos despolarizados, The Original Wailers eran recibidos y ovacionados con cariño en el escenario secundario, y estos agradecidos y eternamente sonrientes compartieron sus mensajes de amor y el espíritu del reggae para que todos bailaran al auténtico ritmo de algunos temas de la leyenda jamaiquina, Bob Marley. Al mismo tiempo, las cosas se seguían poniendo pesadas en el primer escenario. Suicidal Tendencies estaba rompiendo las reglas. Mike Muir, frontman de la banda, había invitado a subir sobre el escenario a una decena de chicos para que hicieran slam mientras ellos daban fuertes guitarrazos. Tras dos canciones, y por suerte exentos de algún accidente, los afortunados fans fueron retirados por los elementos de seguridad, sólo para que Muir lo volviera a hacer, pero ahora con más de una docena de jóvenes que no pararon de rebotar en ningún momento, además, por su puesto, de abrazar a los integrantes empaliacatados de la banda y sacar las fotos memorables desde aquel lugar que tantas veces parece inalcanzable.
Volviendo al talento local, con unos muy bien posicionados en la escena, Porter daba inicio a su participación en el Revolution Fest, convirtiendo el Agora Stage en una especie de templo, con un altar improvisado en medio y ambientados con algunas plantas, haciendo aún más intensa la relación de su disco Moctezuma con la cultura prehispánica. Por lástima, los horarios de las grandes bandas del cartel empezaban a empatar, y muchos empezaron a tomar decisiones, quedando Porter sólo con sus fans más fervientes, los cuales fueron recompensados por su sacrificio. Para su último tema, ‘Huitzil’, el vocalista David Velazco invitó a pasar a un amigo que tocaría la tuba, como elemento especial y sorpresa, dándole a la canción un toque muy al estilo sinaloense. Tras los aplausos mutuos, todo mundo salió volando para alcanzar a disfrutar de lo que quedaba del “puro power mexicano”.
Los puercotes de Molotov ya estaban haciendo de las suyas con sus ya clásicos temas: desde ‘Perro negro granjero’ y un ‘Marciano’ revolucionado, del Con Todo Respeto, hasta ‘Matate Tete’, ‘Puto’ y ‘Gimme tha Power’ ─está última con su estremecedora “¡Viva México, Cabrones!”, que al grito de todos los presentes, parece sonar diferente en las vísperas de elecciones─ del ¿Dónde jugarán las niñas? La marea del público no se veía terminar, llegaba hasta el límite, reflejando la magnitud de dos cosas: la asistencia al Revolution Fest, y el tamaño de una de las bandas de rock más importantes que ha dado el país en los últimos 20 años.
Para cerrar las actividades del Agora Stage, había llegado un momento especial en la noche: la presentación del Unplugged de los regios Kinky, que al final de cuentas no fue tan desenchufado, pero sí complació expectativas. Sobre el escenario, a los lados, dos estructuras blancas con cruces en lo más alto, le daban un toque fúnebre al clima; dos tercias de mujeres con instrumentos de cuerdas soportaron la primera parte del show, además de las guapísimas Lola Molina y Daniela Spalla, quienes participaron en la grabación original de la sesión. Después del primer tema, Gil Cerezo describió cómo sería el show, dando inicio a los covers que interpretaron para la MTV: primero ‘Para poder llegar a ti’, que hiciera popular el as del acordeón, Ramón Ayala; en seguida ‘Para que regreses’, original del Chapo de Sinaloa y la versión alterna de ‘¿A dónde van los muertos?’, en donde Spalla remplazó a Carla Morrison, quien primero había reemplazado a Ely Gerra. Tras esto, siguió un set de los Kinky más conocidos: bailables y electrónicos, repitiendo la última canción referida y prosiguiendo con una serie de hitazos que hicieron del set uno memorable.
Por desgracia los horarios se habían empatado una vez más, aunque así estuvieron programados desde el principio, y otros de los más fuertes del Revolution Fest entraba en escena: los boricuas de Calle 13 arrancaron su fiesta y demostraron por qué eran una de las bandas más esperadas de la noche. No importaba si los habías escuchado en vivo antes o si era la primera vez, todos por igual corearon junto a René Pérez, a.k.a. Residente, tanto los temas con un sonido más tradicionalmente latinoamericano de lento tempo, hasta los más provocadores y bailables. Entre rola y rola, René platicaba las circunstancias que lo habían llevado a escribir tal o cual canción, o a describir el contexto que rodeaba originalmente a cada tema, con situaciones políticas y sentimentales que resultaron sobremanera conmovedoras. Otra desgracia fue que los puertorriqueños no pudieran completar su set programado, cerrando su acto con el tema ‘Latinoamérica’, y dejando fuera a ‘Atrévete te te’, ‘Muerte en Hawaii’ y ‘Vamos a portarnos mal’.
En ese momento, pasada la medianoche, más de una espalda y un par de pies se encontraban más que deshechos. Pero aún faltaba el cierre perfecto del Revolution Fest. Sobre la pantalla del único escenario que quedaba activo, se proyectaba la imagen de una pared de ladrillos, en la cual iban apareciendo grafiteados unos rostros pachucotes. La Maldita Vecindad estaba en la casa y la ovación del público entero no se hizo esperar, celebraban junto a la banda y reconocían los 30 años de vida, de “paz y baile”. Tres décadas de discursos poéticos y sensuales saxofones, de canciones que fueron interpretadas, como ‘Solin’, ‘Bailando’, ‘Morenaza’, ‘El Cocodrilo’, ‘Don Palabras´ y cerrando con ‘Pachuco’, pero dejando a deber ‘Kumbala’.
Y de esa manera llegó a su final una nueva edición del Revolution Fest, en la que por supuesto no faltaron los vasos de cerveza volando, el slam, la comida a precios exorbitantes, y la música como papel principal de un festival intenso, tan ecléctico como el gusto y la diversidad tapatía, proyectando el talento nacional emergente y sin olvidar a los ya consolidados. Con el clima jugando a favor de los asistentes: sin el Sol haciendo insoportable la tarde, o gota alguna de lluvia que arruinara la aventurada de la noche. Pero eso sí, con el cronometró en la mano hasta el último minuto.
Texto de Daniel Rincón
Fotografías de Antonio Zurita para Ka Volta