Te levantas, y lo primero que haces casi automáticamente es verte a un espejo.
Ya sea en tu cuarto o en el baño. Después de quitarte las lagañas, si es el caso, te miras atentamente y empiezas a desmenuzar tu apariencia. Lo que está bien, y lo que está mal. Algunos tienden a enfocarse en lo que está mal, tanto que hasta pareciera que lo que intentan es destrozar su imagen y estropear su día a base de reproches y reclamos a esa persona frente al espejo. Pero alto, allí es donde creo que empieza el llamado “body positive”, o lo que a mi me gusta llamar “el cuerpo positivo”.
Si pudieras desprenderte de tu cuerpo por un momento, y vieras como una persona insulta a otra por su imagen, te ofenderías, y quizá, saldrías al rescate de ella. Pero entonces ¿por qué nos juzgamos así por nuestra apariencia?
Somos los primeros en juzgarnos. Los primeros en agredirnos y el juez más severo cuando se trata de nuestra propia apariencia. Nada nos es suficiente o mejor dicho, nada nos convence o llena las expectativas. Es más, a veces ni aunque las describiéramos, y solo con palabras pudiéramos moldear nuestra imagen a lo que soñamos, no seríamos ni remotamente cercanos a lo que queremos. Y menos si no dejamos de destruirnos una y otra vez frente al espejo.
“Mi mejor cuerpo es el que tengo hoy. No el que podría tener, o el que tuve… es el de hoy”.
El cuerpo positivo frente a nosotros se construye cada mañana. Al mirarte al espejo y decirte, “Te amo tal cual eres”. Y cuando no te sientas al cien, y creas que puedes darte una ayudadita, lo hagas. Con maquillaje, con ropa, ejercicio, meditación, alimentación. Es tu técnica y a nadie más le debe importar. Hasta donde llegas con ella, tampoco.
Por mucho tiempo y debido a que por mi trabajo necesito tener una imagen acorde a la moda (le llamaremos así), solía estar muy metida en encontrar formas a veces medio tortuosas de mantenerme en forma. Funcionaban, no diré que no, y muchas veces lo he tocado aquí. Sin embargo, había un factor que en los primeros intentos nunca consideré… ejercitar a la par de mis músculos, el cuerpo positivo. Esa imagen de mi aspecto físico. Porque de nada iba a servir ni la dieta, ni el gym, ni la ropa ni el cabello…
Cuando me reconcilie con eso ya no importaba ni el peso ni el volumen. Importaba solo como me siento cada vez que me veo al espejo y lo que me digo frente a él: ¡eres perfecta, fantástica! | @AnaVolta, “Lunes, ¡en Tacones!”