Estoy pensando… exactamente en qué punto del año pasado inició mi ostracismo.
Aislamiento voluntario o forzoso de la vida pública que sufre una persona, generalmente motivado por cuestiones políticas.
En mi viaje hacia el pasado reciente pensé: “enero 2021, el episodio sin casa” (que sigo sin escribir). Luego pensé, no “todo se derrumbó, cuando me dijeron que tenía que mudarme”, octubre 2020… luego pensé, “el problema empezó con todo lo que pasó por la pandemia”, marzo 2020… pero viaje a mi cuenta de Instagram (últimamente mi referencia visual #1 para recordar sucesos), y mi ostracismo empezó mucho antes… enero de 2020.
Según mi propia teoría, empezó porque me harté un poco de esforzarme demasiado en “mostrar mi vida”, y en “tener que hacerme fotos, cada vez más pro” 😂. Creo que me excedí en el viaje a Querétaro, aunque me gustaron mucho esas fotos. Andaba como loca buscando donde tomarme fotos, y nada de disfrutar el momento. También lo atribuyo a dos factores más: el “mood de influenciador” que traen muchos, y el TikTok.
Influenciador vs Ostra
Haga yo o no la chamba, sea o no influenciador mis lectores y amigos – si, amigos porque los aprecio como tal aunque a algunos no los conozca más que por redes-, no me gusta el título.
En primera porque me parece muy altanero de mi parte creer que dirijo masas solo por existir. Por otro lado, tampoco me gusta lo que esperan que uno haga o deje de hacer. Como muñeco. En varias ocasiones me ha tocado vivir situaciones muy incómodas en eventos o con marcas que por un momento olvidan que eres una persona y solo quieren que estés haciéndote fotos y magia. Que seas bonito parado en su evento. Que les vendas (ahora entiendo el término ciber edecanes). Y eso señores atenta contra mi integridad física y mental. Claro que también hay cosas mágicas y memorables que se quedan como experiencias para siempre, sobre todo en aquellas colaboraciones hechas con harto cariño y planeación (ustedes saben quienes son).
No digo que otros no deban hacerlo. Cada quien toma sus decisiones y les respeto lo que hacen. Que conste aquí que no estoy diciendo que si chuchita o juanita hace o debería dejar de hacer. Solo digo que, esto no va conmigo y ya, por lo menos no el formato actual.
Llegué a las redes sociales y a escribir esta columna porque quería compartir lo que me gusta, en la forma que me gusta. Y cuando esto se transformó en algo “para publicar” y a lo que le tengo que estar midiendo el alcance, la reacción, los likes y la interacción… digamos que una parte se murió.
Seguro se han de estar preguntando “pero haces esta chamba para la revista ó para clientes”. Considero que una cosa es tu negocio, y otra tu vida personal vista en estadísticas.
Al final siento que no es que realmente sea una ostra, es más una cuestión de “es que yo no quiero hacer lo que las redes dictan que debes hacer para mantener entretenidos a otros y al algoritmo funcionando” , por lo menos no en mi cuenta personal.
No es que no me guste ir a lugares para mostrar. O recomendar marcas que realmente me gustan. Ni que no me guste convivir en redes… lo que no me gusta es en lo que nos convertimos por agradar. Nos olvidamos de quienes somos.
Abrir la concha
Estos días de ostracismo, de abrir y cerrar mi concha me han servido para saber que cosas si quiero hacer, cómo y con quien. Para valorar mi privacidad y mi libertad para decir y hacer lo que quiera, subir y dedicarle mi tiempo a Kä Volta.
Empecé haciendo una limpia de cuentas a las que seguí por ese afán de… “crecer”. He buscado reencontrarme con los amigos de redes, a tomar fotos y clips porque me gusta hacerlo. A dejar mi teléfono abajo por horas para disfrutar, a escribir Lunes en Tacones. A disfrutar mis vacaciones, a cambiar la cámara del celular por la externa, sin la presión de “subir algo”, a digerir los momentos y subirlos cuando tenga una historia que contar. | Ana Volta, @anavolta #LunesEnTacones