«No sabes hacer las preguntas»
Me dijo una muy buena amiga hace tiempo en un chismecito que echábamos, y aunque el chisme no era nada que fuera relevante en nuestras vidas, al menos ese chisme en particular, me quedé pensando si de verdad no sabía preguntar o si no estaba preguntando en absoluto cosas importantes. Recordé aquel capítulo con Mr. Fast y no tuve más aceptar la cruda verdad de que no sólo no estaba formulando las preguntas correctas; sino que ni siquiera las estaba planteando.
En uno de mis chingomil intentos por validar mi existencia a través de cualquier certificación disponible y en aras de expandir mis horizontes me anoté en un taller de Stand Up. Como siempre llegué temprano y directo al baño porque mi vejiga mide un centímetro. Ofuscada por la situación no me di cuenta de que me metí al baño de hombres. Así que al salir ahí estaba Mr. Fast parado frente al mingitorio con el asunto de fuera haciendo lo propio, avergonzada bajé la mirada (pero no vi nada lo jurito) y salí rápido a lavarme las manos. Ya en el lavamanos me alcanzó Mr. Fast y me dijo «Hooola stranger» respondí el saludo y agregué «No vi nada, eh» a lo que él respondió «Lastima» y ambos reímos.
Asumí que si estábamos los dos en un taller de Stand Up donde los chistes y las estupideces forman parte de un todo daba lo mismo. El taller duraba dos días, así que al siguiente día cuando llegué (otra vez temprano y directo al baño) al ver a Mr. Fast volví a decir «Te juro que no vi nada» ambos reímos y hasta ahí todo bien.
Lo «bueno» vino después que terminó el taller porque Mr. Fast me pidió mi teléfono, se lo di y ahí empezó el mensajeo donde compartimos canciones y charlas de temas varios. Después del pendejeo correspondiente me invitó a salir. Yo acepté sin embargo el día que invitó yo tenía sesión con mi psicóloga en turno así que me hizo fácil citarlo a la salida del consultorio.
Mr. Fast llegó muy puntual, me saludó y me dijo «Te quiero presentar a alguien» y yo intrigada giré la cabeza para buscar a un alguien, resulta que era un algo, Mr. Fast me presentó a «Lupita» su bicicleta, yo pensé «le presentaré a Miriam (mi psicóloga)» pero no dije nada obvio. Recordé que lo conocí en taller de Stand Up, sonreí, creo. Mr. Fast me tomó de la mano y muy campechano me dijo «Te invito a cenar, preciosa» y mis calzones papalote se hicieron rollito nomás de escuchar la palabra «preciosa» (algo pasa que cuando me la dicen se me caen los calzones) entonces ahí iba yo con mis calzones caídos (figuradamente) cuando llegamos a unos tacos (ajá tacos) «están bien buenos estos tacos, siéntate preciosa, voy a poner a Lupita allá para nos vea y regreso» Otra vez se refería a la bicicleta como si fuera un alguien, el chiste dejaba de ser chistoso, pero bueno tacos, la noche, Mr. Fast diciéndome preciosa ya la pinche Lupita me dio lo mismo.
Mr. Fast de por sí ya era un espectáculo con su corte mohicano, su voz tipluda contándome de Lupita, sus tres gatos, pero verlo comer fue como entender porqué alguna gente opta por el ayuno interminable. El tipo no masticaba engullía, se chupaba los dedos y se llenaba la cara con cebolla. De pronto, Mr. Fast nervioso me preguntó «Oye, preciosa, ¿traes más dinero?» lo miré fijamente y siguió «es que me enchilé y no traigo para un agua» sin parpadear dije «Pídela». Terminado el atracón Mr. Fast muy atento me dijo «Voy a lavarme los dientes, no quiero apestar a cebolla y que te lleves una mala impresión de mí» mientras yo pensaba «¿más» pero remató con «preciosa» y ahí ya me tuvo en sus cebollientas manos. Dimos una vuelta por las calles cercanas cuando una cosa llevó a la otra y nos besuqueamos y si comió cebolla ni me acuerdo.
«¿Vamos a tu casa?» me preguntó y yo pidiendo el Uber mientras Mr. Fast le explicaba a Lupita lo inexplicable, ya dentro del auto seguimos la besuqueada…
¡Bonito fiiiiiiiiin!
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