Había una vez un amante bandido que resultó más bandido que amante, y por causa de sus imbecilidades cayó en el abismo del olvido.
Este amante entró en la vida de la que creyó una princesa en apuros. Arregló su baño, la llevó al súper, le cargó las maletas, le invitó la cena y de paso le llevó varias maletas que la doncella olvidó en su antiguo reino. Este amante bandido se apodaba Estulto y adolecía de narcisitis aguda, lo que a la doncella le llamó la atención. No obstante lo pasó por alto en la primera salida juntos, a la que él llegó con su cabellera perfecta e impecablemente gomosa, la doncella le brindó una sonrisa sutil mientras se cuestionaba el poder del ego.
Después de varias semanas de interacción Estulto sorprendió a la doncella con una foto donde le revelaba sus bandidas partes nobles con el mensaje «pensando en ti». La doncella lejos de sentirse halagada analizó el ángulo de la foto, hizo zoom al máximo y se dio cuenta de que Estulto se acaba de limpiar las orejas, pues es el cotonete yacía en el filo del lavabo del baño con la cerilla fresca. En la misma instantánea la doncella se dio cuenta de que Estulto ya no tenía papel de baño, la pasta de dientes se chorreaba y el espejo frente al cual Estulto capturó su imagen reflejaba la sombra de una silueta femenina «¡Qué extraño» se dijo para sí la doncella.
—¿Vives solo?, preguntó la doncella
—Sí, respondió Estulto — ¿Por qué lo preguntas?, cuestionó nervioso Estulto.
—Solo curiosidad, dijo la doncella.
La interacción siguió y Estulto seguía enviando imágenes reveladoras de sus bandidos ángulos, cada vez que las recibía la doncella analizaba la posición de la sombra al fondo detrás de Estulto. Era curioso como la sombra cambiaba de posición sin embargo siempre a las espaldas de Estulto. La curvilínea sombra acompañaba a Estulto a la cocina, a la habitación, a la sala, al baño en repetidas ocasiones. La doncella de a poco dejó de interesarse en las bandidas partes nobles de Estulto, le intrigaba la sombra «¿Quién será?» se preguntaba la doncella cada vez más intrigada. En la segunda cita Estulto además llegar con la cabeza llena de ego acompañó su apariencia con unas bellas flores de semáforo, la doncella al verlo se sintió marchitamente halagada por el gesto. Después de unas copas la doncella sugirió a Estulto que pasaran la noche juntos.
—¿Estás segura?, preguntó sorprendido Estulto.
—Sí, respondió firme la doncella.
Después de algunas vacilaciones por parte de Estulto accedió a llevar a la doncella a pasar la noche en su castillo. Si bien el desempeño de las bandidas partes nobles de Estulto había sido aceptable, la doncella no podía sacarse de la cabeza la sombra curvilínea que acompañaba a Estulto y una vez que este se quedó dormido la doncella buscó por todo el castillo alguna huella, algún indicio que delatará el secreto de Estulto. La doncella buscó debajo de la cama, en las habitaciones, en el patio, en la cocina, incluso en el baño donde aún yacían las evidencias de la higiene auricular de Estulto sin embargo, no encontró rastro alguno de la curvilínea sombra, con una sensación entre alivio y decepción la doncella volvió al lecho junto a Estulto que dormía plácidamente «Es guapo y limpio» pensó la doncella, se recostó junto a Estulto lo abrazó por la espalda, el amanecer se asomaba por la ventana, la doncella suspiró, cerró los ojos cuando a los lejos se escuchó.
—¡Tesorooooooo, el desayuno está listo!
—¡Voy, má!, respondió Estulto aún en su modorra.— Cuenta veinte minutos y te sales por el patio— dijo Estulto a la doncella.
La doncella se levantó de una, se enfundó en sus ropas y salió por la puerta trasera del castillo de Estulto. La doncella se alejó sin la mínima intención de volver a ver a Estulto, borró su contacto y siguió con su vida hasta que un día por azares del destino una amiga de la doncella mencionó a Estulto.
—¿Estulto?, preguntó la princesa intrigada.
—Sí, Estulto
La doncella río nerviosa intentaba encontrar en los ojos de su amiga algún rastro que revelara la identidad del personaje, no lo halló.
—¿Quién es Estulto?, volvió a preguntar la doncella.
—¡Gooooey el de la mamá que le gritó «tesoro» goooey el de los cotones sucios, el de los calambres cuando se venía, dijo la amiga entre risas.
—Ni idea, no sé quién es, no me acuerdo, dijo la doncella encogiéndose de hombros.
Así quedó Estulto con su cabellera engomada, sus bandidas partes nobles y aquellas flores de semáforo, olvidado por una doncella sin espacio en su memoria ante la estolidez.
¡Bonito fiiiiiiiiin!
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