Había una vez un príncipe que vivía en un reino, corrección, en un universo.
Había una vez en un universo un príncipe llamado Zullenco que gustaba de tocar la guitarra, dar su teléfono a cuanta doncella le pasara por enfrente, o lo contactarse por algún asunto laboral.
Cabe mencionar que el universo donde Zullenco hacía gracia a su ventoso nombre había sido elegido por él mismo con su dotación de perfecta y exacta de estupidez, su pareja actual, su guitarrita, su bicicletita, su departamentito, su cochecito y su trabajito. Sin embargo, Zullenco no se sentía feliz. Zullenco además de sus constantes vestosidades, sufría de la insatisfactitis aguda y solía quejarse de su universo, mismo que él había elegido y en el cual él mismo había decidido permanecer por voluntad, por costumbre o por güey, pero como sea ahí estaba.
Un día Zullenco se despertó poseso por la D´alessio con la máxima «Hoy voy a cambiar» se soltó el cabello y se vistió de rey para dejarse conquistar por todos los universos que se le cruzaran en el camino.
Zullenco todo muy bonito y peinadito se sentó en una cafetería, pidió la clave de WiFi y bajó todas las aplicaciones para ligar sin gastar un peso en el intento. Y es que si algo destacaba a Zullenco, es que era más tacaño que la nunca bien ponderada chingada, y si podía ahorrarse los buenos días, sin dudarlo lo hacía.
Después de varias horas sumergido en las redes Zullenco se dio por vencido «Vale madres» pensó para sí, dio un trago a su café, bloqueó su teléfono y se dejó caer en la silla cuando un mensaje de Zoom lo sacó de su pendejez. Así es Zullenco se suponía estaba trabajando pero como es lógico en este tipo de ventosos príncipes se las arreglaba para evadir sus presentes responsabilidades imaginando situaciones futuras en universos paralelos.
Total que Zullenco estaba determinado a hacerse bien pendejo y no trabajar hasta la quincena siguiente, sin embargo el ícono en naranja no dejaba de parpadear y a Zullenco no le quedó de otra que atender, porque además al mismo tiempo llegó un mensaje en su Outlook que dejaba ver la foto de una doncella de ojos grandes, sonrisa colgate a la que le adornaba un listón en su pelo oscuro que a Zullenco le dieron ganas de soltar.
En chinga Zullenco abrió el Zoom para corroborar que la doncella en cuestión era la misma del correo. «De aquí soy» pensó Zullenco sonriendo ante la imagen de la doncella en su pantalla.
Así transcurrió la conversación en la que Zullenco se sintió atraído por la doncella y el excesivo uso de emojis de esta, alentó a Zullenco a disparar la siguiente interrogante.
En friega Zullenco le dio follow a la doncella y repartió su amor a varias fotos de esta. La doncella al ver que el perfil de Zullenco estaba como privado ni se molestó en darle follow «Pus quién se cree este menso para estar privado, tarado» pensó la doncella y siguió muy ella en sus asuntos posteando historias hasta de los bigotes que se sacaba mismas que Zullenco atendía sin falta y para no verse tan balcón comentaba de vez en cuando.
Las conversaciones entre Zullenco y la doncella eran cada vez más frecuentes sobre todo porque Zullenco no perdía oportunidad en hacer contacto con la doncella por cualquier nimiedad.
Un buen día Zullenco abordó a la doncella en su universo donde ella bebía café con un buen amigo Doncel. Zullenco alentado por la doncella pasó a saludar porque #pandemia y obvio aunque trabajaban en la misma compañía vivían en universos distintos. Cruzaron algunas palabras Zullenco, la doncella y el amigo de esta, luego Zullenco se despidió.
La doncella se cagó de risa porque cabe mencionar la pinche doncella nunca las veía venir y para no fallar a su estúpida costumbre ignoró los comentarios del doncel. La interacción entre Zullenco y la doncella continuaba sin pena ni gloria. Zullenco de vez en vez enviaba algún mensaje.
«¡Aaaaaaay gooooey!» pensó la doncella mientras fruncía el ceño «Será mamón este cabrón». Pasaron varios días en los que Zullenco entre ventosidades planeaba la mejor estrategia para volver a contactar con la doncella. Constantemente Zullenco revisaba las historias de la doncella para conocerla y saber un poco más de ella cosa que a la doncella le valía trescientas madres porque la vieja siempre estaba en su nube, sin embargo un día la doncella subió una historia etiquetando un hermoso arreglo floral y en chinga Zullenco empujando por sus ventosa mamones lanzó otra interrogante.
Zullenco hizo gala de su palabrería y la doncella nomás para calarlo le pasó la dirección de su universo. Ni tardo ni perezoso Zullenco contactó a la florería etiquetada, pidió el mismo arregló floral que la doncella había posteado y cuando le dieron el precio Zullenco exclamó «A la madre, están carísimas» hundido en sus ventosas, colgó sin dar las gracias. Zullenco daba vueltas de un lado a otro «No puedo quedar como un pendejo, ya le dije que sí se las iba a mandar» decía para sí y se echó a la cama para aclararse las ideas.
Al día siguiente la doncella se encontraba contándose las pecas de la espalda cuando alguien llamó a su puerta, corrió a la ventana y decepcionada miró el auto con el logo www.mandofloresbaratas.com «Chale, este pendejo, seguro de cupón» pensó la doncella que igualmente recibió la flores constatando que como toda flor barata se envasa en un jarrón genérico, se adorna con un listón verde también genérico y está marchita en los bordes. La doncella colocó el jarrón en la mesa del comedor y advirtió una nota que rezaba más o menos así:
– Zulleco
La doncella podía ser distraída, podía vivir en su nube, podía hacer oídos sordos a los comentarios de su amigo el Doncel, pero no era ninguna pendeja, la vieja sabía que ahí había más personajes involucrados y no dijo nada, nomás tomó el jarrón, sacó las flores, las arrojó al bote de basura y ya estaba dos de quebrar el jarrón a la chingada pero se detuvo «No, pérate este está bueno para algo» se dijo reflexiva, y en esas estaba la cuando sintió su teléfono vibrar, era un mensaje de Zullenco.
Esas fueron las últimas palabras escritas por Zullenco a la doncella que ni tarda ni perezosa lo sacó de sus seguidores, le bloqueó las historias dejando a Zullenco en su ventoso universo elegido por él mismo, construido por él mismo, intentado por él mismo y seguramente destruido, en breve, por él mismo.
Moraleja:
No sean Zullenco enviando flores de cupón a universos ajenos. Piensen que por sus cupones, los conocereis.
¡Bonito fiiiiiiiiin!
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