Había una vez en un reino casi perfecto, con un príncipe también casi perfecto llamado Foligoso, que encontró a una doncella casi perfecta llamada Pelma.
En este reino estaba regido por la posibles posibilidades de lo que divinidad del algoritmo dictara, se evaluaba su nivel de atractivo. Pelma soñaba todo el tiempo con encontrar a un príncipe que le bajara la luna, las estrellas y los calzones con sin igual ternura y malicia, claro está.
Pelma pasaba horas deslizando la yema de su dedo con la esperanza de encontrar en ese universo a su príncipe azul al que Pelma imaginaba con larga y abundante cabellera. Ella estaba segura de que el amor a primera vista existía, por eso pasaba largas horas mirando las fotos de lo posibles amores de su vida en la pantalla de su teléfono.
Pensaba que cuando viera al indicado que le bajara el cosmos junto con los calzones su corazón palpitaría tan fuerte que no podría respirar y esa sería la señal verdadera del amor verdadero. Era sencilla, no es que se fijará mucho en detalles, o sea si estaba calvo, gordo, ilegal, drogadicto, flojo… Pero eso sí había un detalle que jamás pasaría por alto, y es que ese príncipe perfecto tendría que estar circuncidado. Como es lógico, Pelma había visto mucho porno y eso había torcido un poco sus ideas sobre la anatomía masculina.
Un día Pelma que a punto de darse por vencida en la flama de su aplicación, recibió un mensaje y con ella la palpitación esperada. Foligoso que poco podía decirse de él más que era buenísimo para nada encontrábase desempleado, ya que nadie entendía su talento nato para algo que ni él mismo sabía explicar. A veces se etiquetaba como artista incomprendido. el día que pintó un árbol con forma de casa y nadie le creyó que era un árbol, entonces Foligoso se dedicó a quejarse constantemente de que nadie viera las cosas como él las veía y soñaba con una princesa que lo aceptará tal como era: un flojo incomprendido.
Foligoso aún vivía en el castillo familiar, y recibía mesada que gastaba cada semana en vídeo juegos y datos para su celular que esta vez utilizó para encontrar a su nueva próxima bien amada. Pelma lucía sonriente y buena pensó, Foligoso y sin pensarlo más la invitó a cenar tacos, Pelma aceptó sin reparos.
Después de una semana Pelma repasaba lo que Foligoso le había bajado hasta el momento, además del como dos mil pesos que le pidió prestados.
—La luna, ok. Las estrellas, ok. El cosmos, ok. Mi varo, ok — se dijo para sí Pelma — Y ¿Los calzones a qué hora?, se preguntó inquieta.
Y es que Foligoso no es que estuviera falta de ganas, sino que su mesada no le alcanzaba para al motel. Después de mucho pensarlo, de contar sus monedas le plano le confesó a Pelma su pobretona situación y esta aunque de mala gana accedió a cooperar con su propio placer tan pronto llegara su quincena.
El día de la verdad llegó para que Foligoso y Pelma pudieran disfrutar su pasión. Como es lógico Pelma se vistió de encaje, se perfumó y al ataque. Foligoso hizo gala de sus habilidades imaginarias de amante bandido, Pelma estaba encantada hasta que llegó la hora de descalzoneo correspondiente. Foligoso estaba en pleno encuere y Pelma atenta, nerviosa y vacilante cuando Foligoso dejó al descubierto el objeto del deseo de Pelma que se levantó del lecho cubrió sus encajes rápidamente y ya estaba por abandonar la habitación cuando Foligoso la cuestionó.
—¿Qué pasa, Pelma querida?
—Lo siento, Foli, eres casi el príncipe perfecto, el que busqué por tanto tiempo solo tienes un defecto. Te sobra ese pellejo.
Ahí quedó Foligoso desnudo con una habitación de motel alquilada por tres horas mientras Pelma volvía abrir la flamante aplicación animada a volver a sentir la pulsada en el pecho que la condujera a su próximo amor perfecto.
¡Bonito fiiiiiiiiin!
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