Abrimos con la ya conocida, sonada y resonada pregunta: ¿Qué somos?
A lo que sigue, en la mayoría de los casos la siguiente respuesta: Sin etiquetas
¿Suena padre? La respuesta es clara ¡SÍ, SÍ SUENA PADRÍSIMO! Sobre todo si eres el personaje de alguna comedia romántica o alguna serie con el mismo tono, pero en la real realidad de la relaciones amorosas, emocionales y sexuales eso que pasas añorando en tono comedia romántica termina por convertirse en un drama innecesario con lagrimoco, conato de embarazo y pastilla del siguiente día en mano veamos.
Chica estaba muy ella viendo como le crecía la ceja.
Chico la ve y la invita a salir.
Chica acepta sin mayor motivación, pero ahí va.
Chico empieza a mostrar interés desmesurado en Chica.
Chica ya se olvidó de sí misma por estar con Chico.
Chico empieza a comportarse como si Chica fuera la que en inicio pidió de su tiempo. (Recordemos que Chica estaba viéndose las cejas crecer)
Chica se confunde entre la realidad de sus emociones y la fantasía de su relación a lo que termina preguntando: ¿Qué somos?
El compromiso no es otra cosa que la opción saludable dentro del menú más rascuache, pero no para los otros o de otros hacia ti; sino te de ti para para ti mismo. Es decir, si sabes bien lo que quieres por qué perder el tiempo con alguien que no sabe si te quiere o te puede llegar a querer o al menos tiene la intención.
Recapitulemos cuántas veces por convivir hemos aceptado una relación sin etiquetas; o sea a ver la relación es lo que es la nombremos o no, es como no querer ir al doctor para que te confirme determinado padecimiento, pero que a su vez lo estás padeciendo.
Siempre hay un momento para dejar de fabricarse fantasías, para tomar el valor de decirnos la verdad a la cara y exigir lo que deseamos en una relación.
Todo tiene un nombre, un espacio y un lugar. No siempre nos encanta empero es sano etiquetar aquello que deseamos y sentimos merecer, no tanto para andar con un letrero en la frente o una letra escarlata en el pecho, no, sino como un amable recordatorio porque sucede que llega cualquiera y nos cuenta el huevo, quién lo puso, cómo, de qué color eran las plumas y termina presentándote como «amig@» en reunión donde todos saben que de amigos nada, pero terminaras acuñando el mote con una sonrisa leve, dolor de panza que sube al pecho y se atora en la garganta para terminar en llanto una vez a solas.
Las etiquetas son buenas, son nuestras amigas, nuestra brújula. Nos ubican en nuestro mapa emocional desde el «vas directo a la mierda» hasta «llegó usted a la chingada» porque las relaciones que son casi algo resultan tan agitadas, tan deslumbrantes, tan cansadas que lo único que dejan la sensación de casi nada donde después nos dolerá casi todo.
¡Bonito fiiiiiiiiin!
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