Como es costumbre, la gala más importante del Jalisco Jazz Fest es en la que reúnen a los invitados especiales que, desde otra ciudad o país, asistieron al festival para impartir las clases del seminario. Músicos reconocidos internacionalmente que toman bajo su tutela ensambles de estudiantes mexicanos para su desarrollo durante una semana.

Así, es una noche de jam y mucha improvisación de alto nivel: lo mejor del festival reunido en un escenario para celebrar el jazz y el arte. Los invitados de este año fueron trece músicos que pisaron intermitentemente el escenario para formar diferentes ensambles de improvisación:

El concierto estuvo compuesto por diferentes piezas, tocadas de una forma muy peculiar y original dependiendo el conjunto de músicos que se encontrara en escena. La presencia de tantos metales (6: 2 trompetas, 3 saxofones, 1 trombón) hizo que algo estable en las piezas fuera el brillo y los tonos agudos característicos del rango de estos instrumentos.

La batería, por su lado, tuvo dos diferentes ejecuciones: la de Scott y la de Kyle. Y recordaron lo esencial que es este instrumento para darle identidad a las bandas, añadiéndole el pulso que le daría identidad a los ensambles.

Lo más rico de este concierto, y de los eventos de esta índole, es la interacción a nivel artística de los músicos sobre el escenario. Hay un alto respeto de unos a otros, mostrando admiración y creando puentes antes inexistentes sobre los cuales sube la creatividad y la inspiración.

Jalisco Jazz Festival nos recordó lo importante que es el arte en las relaciones humanas, en la construcción de enlaces y empatía entre personas. Porque ahí: en ese momento, fue la música la que habló su idioma; la que fusionó nacionalidades y explotó en alianzas internacionales.

Fotografías de Noé Blanco para Kä Volta®

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