Conocí a mi esposo hace ya más de 12 años atrás en una fiesta. Cuando nos presentaron jamás pensé que me casaría con él.
Se nos ha dicho durante toda la vida: – no importa la familia de la que vengas – algún día te casarás y tendrás hijos. Y debes conseguir marido antes de los treinta, si o si.
Si sus padres son tan raros como los míos, la cantaleta empieza como desde las 10 y tiene un periodo de pausa de los 13-14 hasta los 18, donde no quieren que ningún ente de apariencia masculina se les acerque ni para hacer la tarea.
Para algunos el periodo de gracia se puede extender a la universidad. Pero es un extraño estira y afloja: “no tengas novio, concéntrate en la escuela”; mientras otros días están con un “¿y por qué no sales con alguien…?”, “¿no tienes pretendiente?”. 🤦♀️
A eso de los 21 terminas la universidad, y más o menos estás estableciendo una rutina, te hiciste de un trabajo, te pagas tus cosas, si eres más osada, como yo, quizá ya hasta vives en tu primer depa por tu cuenta. Y la cantaleta regresa: “¿ya tienes novio?”, “Algún día te vas a tener que casar”.
En mi caso ni siquiera era por que un hombre tuviera que mantenerme o “sacarme de mi casa”. Mi madre siempre se aseguró que termináramos una carrera y tuviéramos un buen trabajo y nuestro dinero para no depender de nadie en nada. Era una cuestión de pasos en la vida: nacer, ir a la escuela, casarse, tener hijos, morir.
Creo que tuve una especie de periodo experimental de los 22 a los 25 más o menos, en los que me dejó en paz. Como un espacio para conocer personas. Pero en cuanto cumplí 25, el plan de soltería eterna estaba en riesgo: a mi mamá le empezó a sonar el reloj biológico de ser abuela, y la retahíla se volvió un: debe conseguir marido antes de los treinta.
Marido antes de los treinta
Ese período lo podemos considerar como el pedido del investigador secreto de mi mamá. Ente masculino que aparecía en mis fotos, ente que recibía una investigación tipo del FBI, o como cuando vas a pedir la visa sin siquiera tener una conexión romántica con la persona en cuestión.
Así que ya imaginaran el interrogatorio en persona si decía “estamos saliendo”. Estoy segura que si lo dejo en la sala más de 10 minutos mi madre empezaría a contarle “de cuanto es la dote” (la cual no existe pero me gusta ser exagerada) “¿en que colonia les gustaría vivir?” “¿cuántos hijos piensan tener?”. ¡Alguien detenga a mi mamá!
Uno pensaría que mientras más se acerca uno a la fecha más “presión”, pero no, mi madre empezó a bajar la guardia y ya solo le importaban los nietos. “No importa si luego se casan, denme nietos”, a cuanto chico parado en la puerta estuviera para pasar por mi.
Hasta que, a pocos años de cumplir 30 conocí al marido. Los mensajes “indirectos” pasaron a ser “para cuando la boda”, pero esa es otra historia. (CONTINUARÁ, alerta de spoilers, me casé)